"El lazo blanco", de Michael Haneke. Los palos y las astillas de la crueldad.
"El mundo no está en peligro por las malas personas, sino por aquellas que permiten la maldad" (Albert Einstein)
Uffffff. Michael Haneke mantiene intacta su capacidad para retratar y diagnosticar con desasosegante lucidez muchos de los males de nuestro tiempo. De incitar a pensar, incluso a contradecirse a uno mismo, a veces a odiarse a uno mismo, al tiempo que juega con la inquietud y el misterio, genera mal rollo y náusea hasta prácticamente parecer que está demoliendo todos los principios básicos sobre los que se equilibra la civilización occidental.
En este sentido, "La cinta blanca" encaja perfectamente con todas las historias que nos ha contado hasta el momento pero, al mismo tiempo, aporta algunas novedades muy interesantes. La más llamativa puede ser el uso del blanco y negro, que él justifica por pretensiones naturalistas: es el formato en el que se recuerda visualmente la época justo anterior a la Primera Guerra Mundial, que es cuando se ambienta la historia. Técnicamente, su resolución es impecable: en casi dos horas y media, cada plano es perfecto, tanto estéticamente como a nivel de contenido, no me da la sensación de que falte ni que sobre nada.
Otra novedad que me parece aún más reseñable es la existencia de un narrador, que es quien protagoniza y articula el relato. Ese personaje, el maestro de escuela, puede que sea, además, quizá solo con permiso del de Juliette Binoche en "Código desconocido", el más positivo que ha aportado nunca Haneke a una de sus pelis (y al que incluso hace vivir una historia de amor inusualmente tierna para lo que nos tiene acostumbrados). En un cine tan sumamente misántropo como el del alemán, la figura del maestro (considerable como una especie de héroe) es una revolución en toda regla. Pero, por supuesto, con condicionantes. Podíamos, por ejemplo, tomar como personajes positivos a la familia atacada de "Funny Games", pero si lo eran era simplemente por su condición de víctimas. El maestro, más que héroe, es otra víctima. Como a su lado, otra serie de personajes secundarios cuya bondad funciona como interesante contrapunto al mal imperante.
Siempre he considerado a Haneke como el gran maestro del cine de terror moderno. "Funny Games", "El vídeo de Benny" y "Caché", son, para mí, películas de miedo que rehuyen los cánones básicos del género para reflexionar intelectualmente sobre las posibles causas del mal, de la crueldad humana, del horror, y demostrarnos que puede estar aquí, a nuestro lado, o que incluso podemos ser nosotros quienes lo hemos propiciado. En realidad, nos demuestra que el horror vive con nosotros a nivel cotidiano sin necesidad de pensar en cosas demasiado retorcidas. Por eso, no es extraño que ya haya quien ha escrito que "La cinta blanca" parece "El pueblo de los malditos" rodado por Ingmar Bergman, la cual es una definición bastante acertada. El hecho de que un grupo de niños arios se comporte de forma extraña en una pequeña comunidad puritana en la que comienzan a cometerse una serie de crímenes anima a alimentar esa comparación. También habrá quien mencione a "¿Quién puede matar a un niño?" aunque, en contraposición a ambos títulos, aquí no hay una fuerza sobrenatural que incite al asesinato. Esta película es demoledoramente realista, e incluso cuando se presenta algún elemento que se sale de la racionalidad tangible (una niña contando un sueño), ese sueño es sometido a duda.
El cineasta siempre ha sostenido que él siempre busca plantear preguntas al espectador, nunca generar respuestas. Por eso, creo que el mayor demérito de "La cinta blanca" (no tanto de la película, sino de la promoción) es que esta vez ha respondido a demasiadas cosas. Me explico: la percepción cambia si uno ve la peli de forma completamente virgen a si asiste a todo lo que se ha dicho o escrito sobre ella. Que, por ejemplo, Haneke declare: "Mi principal objetivo era presentar a un grupo de niños a los que se inculcan valores considerados como absolutos y cómo los interiorizan. Si se considera un principio o un ideal como algo absoluto, sea político o religioso, se convierte en inhumano y lo lleva al terrorismo".
El encanto de "El lazo blanco", su poder de desestabilización, se diluye con más fuerza cuando más respuestas se dan. Que se considere como una película que explica el germen del nazismo en la Alemania de 1913 y que esto sea una especie de relación causa-efecto producida por el autoritarismo de la educación protestante y la represión del sistema social de la época es una idea tan interesante como, finalmente, simplista si uno se quiere acercar a todo lo que la peli sugiere. Para mí, va muchísimo más allá y deja abiertas cuestiones sobre los rígidos límites entre lo moral y lo inmoral, el fracaso de cualquier doctrina o norma que intente aplacar la brutalidad del ser humano. También sobre la ceguera moral, la culpa, la complicidad o el dolor de aceptar la muerte. Oblicuamente, dejando fluir las sensaciones que genera cada uno de sus planos (todos ellos cargados de verdad, de un universo de referencias) te hace plantear tantas cosas que da miedo. Mucho miedo.
Puta obra maestra. Una vez más.
Canción del día: "Pirates Declare War" (The Bundles)