martes, noviembre 24, 2015

Sobre el sonido de cuando se inventó el cubata y otras menudencias. Una conversación con Francisco Nixon.

 
Fran Fernández, aka Francisco Nixon, es uno de los individuos más interesantes de la escena cultural actual en España. Ya hace años que todos asumimos su reinvención desde el relativo estrellato alternativo de la Generation Past con Australian Blonde hacia un pop de autor personal e ingenioso, completamente anti irónico al mismo tiempo. También le hemos podido conocer como un bloguero siempre capaz de despertarte puntos de vista en los que no habías pensado, como periodista musical de recorrido efímero en Mondosonoro y actualmente selector de contenidos (o algo similar) en la plataforma Deezer, además de otras cosas que seguro que se me escapan. 

Confieso que, musicalmente, para mí lo mejor de Fran son sus canciones para "Llamadas perdidas", de La Costa Brava (2004). Ahí descubrí en él el registro que de él más me gusta. Ha seguido haciendo buenas canciones, un montón, desde entonces, pero por alguna extraña razón no me volvió a impactar de la misma manera. Lo mismo me sucede con su último álbum, "Lo malo que nos pasa", que ha cosechado muy buenas críticas y puede que acabe formando parte privilegiada de las listas de lo mejor del año. 

Dentro de unas líneas hablaremos del Sonido Costa Fleming y ese tipo de cosas que, conceptualmente, me parecen muy interesantes, pero a la hora de escucharlas, su estética me tira para atrás. No sé si me explico: me puede parecer instructivo y divertido hablar sobre Tip y Coll pero nunca me apetecerá ponerme un DVD con sus mejores gags (si es que esta comparación, que es la primera que se me ocurre, tiene algún sentido). En cualquier caso, el asturiano ya largamente afincado en Madrid es siempre un gran conversador y, aprovechando el lanzamiento del disco, aproveché que me encargaron una breve entrevista para La Luna de Metrópoli para sostener una más larga charla en un coqueto patio entre Malasaña y Chueca una mañana de viernes. Esto fue en abril, así que algunas de las cosas dichas (como obviamente, la referencia al entonces aún vivo Javier Krahe) se habrán quedado anticuadas.


Estas nuevas canciones las has ido estrenando en Bandcamp, pero no es algo nuevo en ti. Recuerdo que las primeras maquetas de Nixon ya las colgabas en Myspace. Sí, lo de colgar las maquetas es algo que venía haciendo hace tiempo porque era una manera de alimentar mi blog y de generar un feedback con el público, lo que pasa que luego me di cuenta de que eso tenía su lado malo porque la gente se acostumbraba a la maqueta y luego grababas el disco y les parecía raro. 

Lo típico de decir “La maqueta era mejor”… Sí, justo, ese efecto, que además te pasa a ti cuando la grabas, que siempre hay como algo decepcionante. Luego estuve mucho tiempo sin hacer eso hasta que me di cuenta de que tenía unas canciones que no sabía si las iba a publicar o no, o cuándo, y también había conocido a la chica que luego ha hecho el arte de la portada, Susana López, de Castellón. Me gustaba mucho lo que hacía, la conocía porque me contactó para un fanzine que hace ella. Entonces conocerla fue lo que me impulsó a seguir haciendo canciones, le fui encargando dibujos que subía con cada canción, y eso lo fui haciendo durante un año o así en Bandcamp. Cuando tuve fecha para el disco eliminé la mayoría de las canciones y ya me puse con todo el proceso de grabación, desde enero hasta junio del año pasado, parte en mi casa y parte en el estudio de Nahum García, más luego todo lo que dedicó a la mezcla. Al trabajar con poco presupuesto lo hicimos en ratos libres y por eso se alargó tanto la cosa. 

Ya habías hecho algunos conciertos compartidos con Darío Adanti. ¿Te gusta esa idea de interactuar con ilustradores? Sí, me gusta, lo hablaba el otro día con Ana (Naranjo, Linda Mirada): cómo antes era muy común ver las biografías de los grupos ingleses y darte cuenta de que al mismo tiempo había ilustradores, directores de vídeo y tal, y que las escenas estaban más mezcladas, y que, por ejemplo, en la biografía de Roxy Music le preguntaban a Bryan Ferry que cómo tenían una imagen visual tan potente y él responde que porque tenían amigos metidos en el mundo de la moda, la ilustración o el vídeo. Los grupos estaban un poco más arropados en esas cosas. Hoy en día es todo muy háztelo tú mismo y yo todo el aspecto visual es algo que no domino. Entonces cuando conozco a gente que se dedica a ello los vampirizo bastante, intento estimular esa colaboración, como también sucedió con Carmen Segovia o con la chica que me hizo las fotos, Silvia Varela, que trabaja en moda. Cuando conozco a gente con habilidades en ese campo intento mantener contacto. Muchas veces no tienes el dinero que te gustaría para poder ofrecerles y tienes que compensarlo con darle continuidad a la cosa. En el caso de Darío nos conocimos por un amigo común, por Edu Galán, y él me hizo la propuesta porque ya había visto hacer algo parecido con Kevin Johansen y Liniers y le había gustado mucho la idea. Él contaba que la idea de un dibujante es muy solitaria, es estar encima de la mesa horas y horas, y envidiaba esa idea de los músicos de poder salir y tener contacto con el público. Me lo propuso y a mí me encantó la idea, porque el formato este acústico también se agota en sí mismo muchas veces, lo veo como algo muy pobre. Enseguida vi que era una idea chula, hicimos varios conciertos y cada vez que tenemos ocasión y se puede, me encanta reptirlo. 

  
Hablando de interacciones, también te ha hecho un documental David Trueba. Está en ello, sí. También fue Edu Galán quien nos presentó. Una vez comiendo juntos le conté que estaba buscando un sitio para fabricar el vinilo, le llamó mucho la atención, le expliqué el tema de cómo las fábricas tradicionales han ido cerrando y la única que queda en plan factoría que puede sacar tiradas de miles de discos está en la República Checa. Como usan máquinas que ya no se fabrican se ha convertido todo en una cosa más artesanal, y las fábricas en picos de demanda no pueden abastecer y no se abren otras nuevas. A David le pareció una cosa muy chula, así que me propuso hacer el documental sobre ello, irnos a la República Checa y rodarlo allí. ¿Qué pasó? Que no logramos encontrar permisos para filmar allí, así que probamos con otra en Alemania que conocía Manuel, del sello Siesta. El proyecto estuvo parado porque no conseguimos permiso para rodar en ningún sitio, hasta que en una presentación del sello El Genio Equivocado, que son amiguetes, por casualidad le pregunté a Rafa (Piera) dónde fabrican y me dijo que en Castellón de La Plana, que era algo que yo no lo sabía. Me dijo que sí, que eran unos chavales que acaban de empezar y que tienen la fábrica allí. Les escribimos, nos dieron el ok y ahí fue cuando se desbloqueó el tema del documental. Claro, al ser entonces en España se perdía la idea esa de road movie. Lo que pensé era que un documental estrictamente sobre mi disco era algo que podía interesar a mis fans pero yo prefería hacer algo para todo el mundo. Pensé en enfocarlo tirando de amigos, porque no teníamos un duro, y contactar con gente que , aunque fuese de modo tangencial, está relacionada con el mundo de la música y que ha puesto en marcha proyectos de autoempleo o creado productos por su cuenta. La idea era ir por cuatro o cinco ciudades importantes y combinarlo con la presentación del nuevo libro de David Trueba. Entonces íbamos a una ciudad, comíamos con la gente, ellos hablaban y luego por la tarde se hacía una presentación del libro o el disco o las dos cosas. En Zaragoza estuvimos con Richi (Vicente), con la gente de Jekyll & Jill, que va a sacar mi novela y va a montar su propia editorial; con Pedro Vizcaíno, que aparte del sello Grabaciones en el Mar tiene también montada una exposición sobre el vinilo. En Barcelona estuvimos con una persona que tiene el blog Cultura Ausente, una eminencia en el cine serie b, y una chica que ha montado una tienda de zapatos de swing, alrededor de este movimiento que está ahora muy de moda. Hemos entrevistado a unos tíos que montan festivales de música en Jaén y tienen una fábrica de aceite de oliva, fuimos a ver a Paco Loco a El Puerto… La idea era reflejar eso, gente que, en un entorno digital, pone en marcha proyectos artesanales. Por la presión de lo digital, de cómo ha aplastado industrias locales, y gente que a lo mejor trabajaba en grandes compañías, los han despedido y han tenido que montarse su propio negocio, que vuelve a estar enfocado hacia los mercados locales, el trato directo con el cliente y crear un producto artesanal. Hemos terminado ya lo más gordo y como el documental en sí mismo es un proyecto artesanal, no se lo hemos vendido todavía a nadie y no sabemos dónde lo vamos a presentar, así que estamos esperando a que David pueda para terminar de montarlo y, cuando lo tengamos en la mano, ya veremos cómo lo movemos. 

Hay una cualidad en tus canciones, que es la mezcla de humor y melancolía, y siempre he tenido la impresión de que sientes bastante empatía por tus personajes aunque se encuentren en situaciones ridículas muchas veces. No te posicionas por encima de ellos. En cierto modo eso me recordaba a las películas de Billy Wilder y, ahora que lo pienso, por el carácter local y generacional se podrían asociar más con David Trueba precisamente. Sí, yo creo que a él lo que le gusta de mis canciones es precisamente lo que tú acabas de decir. Yo siempre lo digo: para mí el humor es también una defensa para poner distancia con el público. Es como una manera de decir que no me estoy tomando demasiado en serio. Y luego también está en la caridad, me río de mí mismo y muchas veces soy yo el que se pone en situaciones ridículas. Lo que dices tú de la melancolía, es ese sentimiento de decir: “La vida es dura, pero entre todos vamos a ayudarnos y salir adelante”. Me gustaba mucho el título de un tebeo de un personaje que se llama Concrete. Es un tío que lo cogen unos marcianos, cogen su cerebro y lo plantan en una especie de exoarmadura que es como la de La Cosa, de piedra. No es un tebeo de superhéroes, porque degeneró en una cosa de costumbrismo, de problemas como que no tiene dinero, quién se enrolla con quién, y acaba siendo eso. Hay una historia titulada “Criaturas frágiles”, y esa idea de la fragilidad en un cuerpo indestructible, la fragilidad que tenemos las personas por dentro, porque la vida es muy dura. Mi risa no es una risa moralista ni busca la sátira o herir, no uso el humor como un arma de ataque contra el poder o la hipocresía o los pecados sociales. Es más bien un sentimiento de reírse por no llorar y de intentar mostrar un poco de empatía con todo el mundo por nuestros defectos y nuestra fragilidad. 

Pero también se nota la influencia del entorno social, en “La empresa” o “Médico rural”, por ejemplo. Son canciones sociales, no políticas en sentido directo, pero sí acaban hablando de cómo la situación externa está condicionando la vida de las personas. Sí, yo sinceramente el terreno en el que me muevo más cómodamente es el costumbrismo, porque puedo usar el humor y me permite hacer que los personajes actúen. A lo mejor no tomo parte directamente por una opción política u otra porque yo vivo en esa duda. A mí me convence todo el mundo. Me viene alguien, me dice algo y yo le digo: “Ah, pues tienes razón”; me viene otro que me dice no sé qué y le digo: “Ah, pues tienes razón tú también”. Ese estado de permanente perplejidad. No lo justifico, porque todos tenemos que tomar decisiones con la información que tenemos en ese momento, y la información es siempre incompleta. Al final es casi más un acto de fe. No hay tanto denuncia social como simplemente descripción de situaciones en que esa vulnerabilidad que todos tenemos es evidente y está ahí en primer plano. En lo sentimental o lo laboral o lo existencial. Creo que nuestra generación vive una cosa muy cruel, que es que nos hacemos mayores sin tener responsabilidades, entonces vivimos en ese permanente estado de adolescencia emocional, pero por una cuestión muy sencilla: es que nadie nos ha dado el relevo del poder y vivimos intentando hacernos cargo simplemente de nosotros mismos y salir adelante con nada. La vida que hacía mi padre con 20 años es la que hago yo ahora, salir adelante con trabajos temporales y tal. Eso te impide hacer un plan de vida y ese tipo de cosas, ya no solo formar una familia, sino tomar decisiones que al final son las que te convierten en la persona que vas a ser. Nuestra generación estamos todavía en ese estado de qué vamos a ser, y creo que eso es bastante cruel. 


¿Dirías que tus canciones son generacionales? No voluntariamente. No lo intento, no es ese el personaje que quiero crear. Además, yo creo que para ser generacional tienes que crear un cierto impacto. Quizás eso sucedió en su día con el “Chup Chup” y con “Historias del Kronen”. Eso sí lo viví como algo generacional, sobre todo desde el momento en que yo me vi como arrastrado por una ola. La mitad de las cosas que pasaban con Australian Blonde no las buscábamos nosotros sino que eran sobrevenidas. Mientras, en Nixon intento fidelizar a un público y que me acompañe a lo largo del tiempo. Supongo que para ese público mis canciones sí son generacionales, en plan: “Yo sigo a este tío y lo quiero seguir siguiendo toda mi vida porque sé que lo que me va a contar tiene que ver conmigo”. Eso sí que lo he buscado, pero no a nivel de impacto. No es que renuncie al éxito, porque sí que me encantaría tener un éxito masivo pero, por edad y por cómo está ahora mismo la industria, no lo veo. 

Últimamente mencionas mucho a Javier Krahe como modelo a seguir. Bueno, porque me lo han preguntado una vez y salió el nombre y luego ha sido recurrente. Pero sí que es verdad que ese sería el modelo. Recuerdo un día que Javier Krahe vino a tocar a Gijón, sería en los 2000 o por ahí, y me sorprendió mucho ver que estaba la sala llena, unas 300 personas, y la media del público era mayor. Yo con Australian Blonde me di cuenta de que podías estar de moda unos dos años y al cabo de ese tiempo se renovaba totalmente la gente que iba a los conciertos. Aquí la música está muy asociada al ocio, los conciertos son un acto social, y veías a las mismas caras hasta que desaparecían y luego veías a otros. A mí me preocupaba cómo iba a mantener ese ritmo y seguir manteniendo a la gente año tras año, porque además la gente joven quiere escuchar una música diferente a la de la generación anterior. Ver que Krahe había conseguido romper esa barrera, superar el ciclo de público universitario, por decirlo así, porque la gente consume música intensiva de los 18 a los 25 años, hasta que encuentra su primer trabajo, se casa y la música se olvida. Muchas veces te pasará que vas a casas de amigos, ves su colección de discos y compruebas que hay un año a partir del cual se acaban los discos, que hay desde los 60 hasta los Pixies y que a partir de ahí ya no hay nada. Y es normal, la música si está viva es porque ejerce una función social. Entonces estar en esa sala, ver ese repertorio, que también era algo que me preocupaba... ¿Iba a seguir cantando el “Chup Chup” a los 50 años para chavales de 20? Él estaba tocando canciones antiguas pero que se sostenían, que a lo mejor las había compuesto en 1975 pero que en el 2000 eran igual de válidas. Sucede con él o con Jonathan Richman, un tío que tiene canciones muy sencillas y que sigue tocando y que vas a verle y sigue teniendo la misma vigencia que hace treinta años. Poder conseguir ese repertorio y ese tipo de público fiel es lo que a mí me gustaría. 

¿Qué te inspira para componer? ¿Cómo surgen las canciones? Yo creo que el proceso es el mismo de un chiste: conectar dos cosas que parecen diferentes. Cuando surge esa conexión la dejas madurar un poco y, cuando ves que la cosa se sostiene, es cuando intentas darle una forma. Al ver cómo trabajan otras personas, como mi amigo Raúl Minchinela, el que hace el Doctor Repronto, o Mauro Entrialgo, he visto que son procesos parecidos: vas apuntando ideas en la libreta y luego vas seleccionando. Ideas que en su momento te gustaban y luego no te gustan, pero cuando encuentras conexión entre dos cosas que aparentemente no la tienen es cuando surge la chispa. Luego, cuando ya tienes eso, lo demás ya viene rodado, porque es simplemente darle la forma terminada. “Siempre es el cumpleaños de alguien” es, por un lado, la idea de hacerte mayor y que la fiesta, por razones físicas, ya no puedes soportarla, y luego también la idea de que la fiesta continua también puede ser muy alienante, pero no por el rollo éste moralista, sino porque llega un momento en que las conversaciones se repiten. Es como cuando una serie te gusta mucho pero, como tiene éxito, la van prolongando y ves que las situaciones se repiten. En la vida pasa un poco igual y es cuando decides que es el momento de pasar a otra cosa. La idea de “Médico rural” es la de aislamiento, la contraria, la de no encontrar a gente con tus gustos, que puede pasar en una aldea o en la ciudad. Ahora con internet para mí es la bomba, porque puedes tener conversaciones con gente a la que nunca has visto la cara pero con la que coincides en gustos. Es conectar dos cosas que en apariencia no tienen conexión. 


Es el momento de hablar del sonido Costa Fleming. ¿Qué te llevó a querer darle al disco este tipo de producción? Yo quería hacer un disco de baile porque creía que el rollo éste confesional ya estaba agotado. Me apetecía y también porque con la edad salgo mucho menos y ya no tengo tantas cosas que contar y tantos personajes como antes. Era algo que me apetecía hacer hace tiempo, quizá no algo tan enfocado al baile pero sí más rítmico, más negro por decirlo así. Entonces, buscando modelos cercanos con lo que más escuchaba, más que girar hacia lo electrónico, yo me sentía más cómodo con la música de mi infancia. Entonces ahí me encuentro con la rumba, con música sudamericana, con Augusto Algueró, programas como “Aplauso” o “300 millones”, la música ligera española, y ahí es cuando encuentro conexión cuando veo una entrada de un chico de Valencia que se llama Ximo, que tiene un blog, "Estudio del Sonido Esnob", y hablo bastante con él. Le escribí porque me había gustado mucho su entrada sobre el sonido Costa Fleming. Había hecho una playlist muy chula y explicaba un poco en qué consistía. Había una columna famosa, no sé si de Paco Umbral o algo así, uno de esos costumbristas de la vida de Madrid, que hablaba de Sonido Costa Fleming, de cómo en los 70 se había creado una zona de discotecas por el Bernabeu donde paraban muchos artistas, presentadoras de televisión… había también un edificio de apartamentos, el edificio Costa Fleming, donde alquilaban habitaciones por horas, había muchas prostitutas… David Trueba lo definió como “cuando se inventa el cubata”, cuando empiezan las boites, las pilinguis y todo esto, un poco el Landismo también. Este chico hablaba de cómo era la música que podía sonar en esas discotecas. Es una época curiosa porque estamos a finales de los 60, principios de los 70, aún no ha explotado la música disco y es un sonido muy influído por la música de baile de aquella época, el Sonido Filadelfia, la bossanova, ese tipo de pop como de ascensor y luego cosas patrias como la rumba o la música de Sudamérica, música instrumental así con arreglos… Era muy importante también en esa época lo que se denominaba Sonido Torrelaguna, que eran las producciones de los estudios que regentaba Rafael Trabuchelli, un productor italiano que trabajaba para Hispavox, tenía plena libertad artística y tenía un técnico de sonido inglés, Mike Jones, creo, y sobre todo a Waldo de los Ríos, que era un arreglista impresionante y lo petó con el “Himno a la alegría” de Miguel Ríos. Había una calidad de sonido de nivel internacional, así que también hay aquí una reflexión de “qué pena que esos procesos de producción se hayan perdido”, cómo con la digitalización ya no hay la figura del arreglista, del productor... Ahora te lo tienes que hacer tú todo, escribir las canciones, tocarlas, grabarlas, producirlas, subirlas a internet, hacer tú la promo… No sé quién me dijo el otro día que tú nunca triunfas solo, triunfas con más gente. Antes sí que había esos equipos al servicio de los artistas y procesos industriales que conseguían hacer canciones que con el tiempo las vuelves a escuchar y aguantan muy bien su paso porque hay mucho talento ahí invertido. 


Aparte de reivindicar la idea de que había una música pop muy interesante en España antes del surgimiento de la Movida, también hay nostalgia de la infancia, ¿no? Sí, totalmente. La nostalgia es muy potente. Es seguir la tesis de Retromanía de Simon Reynolds, la nostalgia es lo único que nos queda para aferrarnos a una memoria compartida. Todo este rollo de los libros de "Yo fui a EGB" y todo eso. Internet ha provocado también una atomización de las escenas y ya no hay recuerdos compartidos, no hay cosas que provoquen un impacto global, mientras que antes en una televisión que veían 20 millones de personas todo el mundo se acuerda de las mismas cosas, o lo que comentaban de que tú una noche salías en TV y al día siguiente vendías 200.000 discos. Es muy difícil que ahora un medio consiga algo así. Hay nostalgia, pero tampoco he querido hacer un ejercicio de estilo puro y duro. Simplemente he intentado hacer algo personal, tirando ya no solo de tus recuerdos sino de la propia tradición en que tú estás inmerso. Otra de las ideas que hay detrás de este disco es que no puedes crear a partir de la nada. Esa idea del año cero que tenía el punk realmente no existe, porque tú lo que haces es reelaborar ideas que están ya ahí funcionando, aunque luego las recompongas de manera diferente. No puedes decir que no vas a escuchar música porque no quieres que nada te influya. Vale, pues si no escuchas música no harás música, porque no es producto de una mente creadora, sino recomponer cosas que ya están ahí, por eso estás regresando constantemente al pasado. 

Es un disco muy referencial, ¿no? Las fuentes las reconoces. Sí, me gusta citarlas precisamente para demostrar eso que te estoy diciendo. Hay esta idea de la originalidad, del genio creador, que creo que viene del Romanticismo o, en el fondo, el idealismo alemán, que es, en el fondo, el nacionalismo alemán. Es decir, Alemania se encuentra en el siglo XIX con un proyecto político y eso genera una serie de ideologías que apuestan por una cultura como representación del espíritu nacional. De ahí se va al idealismo, a cómo la mente puede cambiar el mundo y el genio creador, que sería el que representa el espíritu de esa nación. Eso se manifiesta en Beethoven, en Hegel, en los grandes alemanes. Y esa idea del arte es la que permanece hoy en día, la idealista. Frente a ella está la materialista, que es la que yo defiendo, que el arte no surge de genios creadores sino de tradiciones previas que, además, tienen mucho que ver con la tecnología. Es decir, los grandes cambios en la música van acompañados de la aparición de una nueva tecnología que provoca nuevos sonidos. La aparición de los Beatles no se entiende sin la guitarra eléctrica, o el dubstep no se entiende sin la aparición del ordenador. Son tecnologías disruptivas que provocan la aparición de nuevas ideas. Para mí puedes ser original en la medida en que eres personal, o sea, cuando hablas desde ti. Yo no he nacido en Nueva York, he nacido en Gijón y hablo desde aquí, desde España, desde mi infancia, desde la guitarra que he podido comprar, los libros que he podido leer y con todo eso hay un proceso de digestión que intento devolver a través de un filtro, pero es complicado pensar que se puede ser original a partir de nada. 


En el disco colabora Linda Mirada en un par de temas. ¿Hay trasvase de ideas entre vosotros? Sí, ella me está descubriendo cosas nuevas todo el rato, muchas veces en oposición a mí. Discutimos bastante, y también la vampirizo mucho porque creo que tiene mucho talento. Hasta ahora nos ha dado bastante pudor presentarnos como pareja artística, pero en este disco ella ya tenía su proyecto muy avanzado, en muchos ámbitos es más conocida que yo incluso y le dije si me ayudaba a hacer esto. Siempre me había dicho que no pero esta vez me ha dicho que sí. También porque las canciones le gustan un poco más. Para el directo, evidentemente los arreglos no los voy a poder llevar tal cual, no hay saxofonista, no hay cuerdas, no hay muchas cosas, pero ella me va a echar una mano con los teclados y otra con los coros. 

Hacéis un concierto en Madrid y otro en Barcelona con banda, pero luego la idea es ofrecer acústicos cuando surjan, ¿no? Claro. En principio me da mucho respeto hacer una gira por provincias con toda la banda porque no tengo dinero. Antes era muy frecuente que las salas pagaran cachés, pero ahora hay que ir a taquilla. Entonces mover una producción un poco grande… Se ha encarecido todo mucho: la gasolina, los alquileres de furgoneta, los hoteles, todo. Por eso muchos grupos tienen dos formatos: el de festival y el acústico. También mi trabajo me quita mucho tiempo, así que a lo que me he comprometido es a tocar con banda en Madrid y Barcelona porque es algo que no puedo dejar de hacer. Hoy en día si no tocas en directo no se venden discos, y por esa misma razón me gustaría tocar algo más pero, siendo prudente, lo que veo más factible es ir haciendo acústicos, llevar mis discos y poder venderlos, y si veo que la cosa va bien arriesgarme con banda, porque además ya tengo la banda montada, el repertorio… es mucho curro y una pena hacerlo para un par de veces. Es una pena pero es lo que hay.