jueves, febrero 05, 2009

"Slumdog Millionaire", de Danny Boyle. Aviones de papel.

Ayer tuve el placer de acudir al pase de prensa de "Slumdog Millionaire", que llegará a nuestras pantallas el 13 de este mes (he visto, por cierto, otras pelis importantes, y tengo otras previstas, pero eso ya irá saliendo en sucesivas entradas). Lo que más me intrigaba era, viendo de qué iba la peli, qué tendría para seducir de tal manera tanto a la crítica como a los que nominan para los Oscar y los Globos de Oro. Lo segundo me sigue pareciendo un misterio sin resolver, pero a lo primero no puedo sino adscribirme con todo el apasionamiento que pueda: ¡Es un peliculón!

Aún tengo que asimilar muchas cosas, pero intentaré explicar las razones que me llevan a decir eso con tanto ímpetu sin que hayan pasado ni 24 horas desde que la vi.

-Danny Boyle es un director más interesante de lo que se suele considerar. No es solamente "el tío de Trainspotting" o el contendiente con Guy Ritchie por el título de Tarantino británico. Hay dos obras menores de él que me parecen especialmente interesantes: "Millones" (sobre un niño que, jugando en el campo, observa cómo literalmente le cae del cielo una maleta llena de billetes) y "Strumpet" (peli que hizo para la TV sobre una pareja de squatters que monta un grupo como de antifolk y acaban saliendo en el "Top Of The Pops"). Ninguna de estas referencias es gratuita, porque ambas parecen ensayos de lo que pretendía en "Slumdog Millionaire".

-Puede resultar sorprendente que un cineasta británico, con dinero de Hollywood, ruede una historia de indios en la India. Pero es tan natural como el hecho de que una señoriña de las Highlands que tiene un problema con el recibo del teléfono, cuando llama a la compañía le atienda un operador desde Bombay que nunca en su puta vida ha oído hablar del Lago Ness. Tan natural como meter cámaras de vídeo de alta definición en los suburbios de Mumbai pero que una compañía de automóviles decida que no quiere que su símbolo aparezca en la peli para no asociar la marca a los actos de delincuencia y explotación infantil (aunque luego los explotadores sean unos de los principales compradores de sus automóviles en India y contribuyan a enriquecer el PIB de Alemania). Tan natural como flipar viendo que el teleconcurso "¿Quieres ser millonario?" es exactamente igual en todos los lugares del planeta, y hasta todos los presentadores parecen clones (por un momento, el presentador indio arquea la ceja como Carlos Sobera). "Slumdog Millionaire" se convierte, por tanto, en quintaesencia del espectáculo global. Suburbios, delincuencia infantil, explotación y narcotráfico. Televisión, hampa, riqueza, pistolas y nuevo urbanismo en las megalópolis. Toda la película, en realidad, es como un álbum de M.I.A. (y, no en vano, la canción "Paper Planes" está hábilmente insertada).

-"Slumdog Millionaire" es una fábula moral moderna. Es Dickens en Bollywood. Puede resultar complaciente o ñoña en algún momento (especialmente si se piensa en la ingenuidad del protagonista y en su historia de amor), también maniquea en lo que se refiere a su relación con su hermano, pero siempre sustentándose sobre unas bases de conflicto social nada amable. ¿Que hace espectáculo de la pobreza o frivoliza con las desgracias de los niños indios? Pues, señores, quien critica esto, que despierte y se dé la bienvenida al mundo real: el mismo que hace anuncios millonarios dignificando la labor de nuestros ejércitos como si fuesen ONG's que llevan la paz a los países inferiores (considerando a Afganistan y Bosnia como tal). El mismo que vende armas a los mismos países que aniquilan a los que luego presume de reconstruir y que fabrica minas para dejar sin piernas a los mismos niños que luego presume de curar, atender y apadrinar. El mismo que busca la máxima audiencia disfrazando a periodistas de indigentes para que la gente intuya en sus casas qué se siente. ¿No hacía Chaplin espectáculo de la pobreza? Lo que importa, pues, es cómo lo hagas. El valor moral y el valor artístico de tu propuesta.

-"Slumdog Millionaire" recupera parte de la esencia del cine, aquello que nos llevaba a las salas por primera vez. Retrata una parte de la realidad pero, en lugar de recrearse con ello, la lleva en aviones de papel hacia la fábrica de sueños. Dos raterillos inventándose la historia del Taj Mahal para unos turistas yanquis que se la creen, hablando en inglés (V.O., castellano en la doblada) para que los demás nos los creamos también. Dickens en Bollywood. Frank Capra bailando con Hanif Kureishi y Naomi Klein en una sesión de Diplo. Ga-laang, Ga-laaang, Ga-laaaang.

Canción del día: "Dressed For Rain" (The Sleeping Years)

Frase del día: "El problema del cine de mi país es que hay demasiado dinero para explotar aviones" (David Fincher)

2 Comments:

Blogger Hematocrítico said...

Peliculón! Pero gordo, gordo! Y la secuencia del baile con los actores niños reencontrándose es antológica en su entrañabilidad!

12:23 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

A mi no me ha acabado de convencer, la verdad. Todas las virtudes de la primera hora (brillante de verdad) quedan empañadas por el desarrollo melodramáticamente tópico de la segunda mitad.

http://kingoftheapes.wordpress.com/2009/01/23/%E2%80%9Cel-comodin-del-publico%E2%80%9D/

Espero que llegases ileso a casa, porque a mi me costó lo mio subir los cinco pisos para postrarme el resto del domingo en la cama!

11:58 a. m.  

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