Si tuviese que elegir un top 1 de las entrevistas que más me gustaron de las que hice el año pasado, creo que sería ésta (la frustrada, como muchos sabéis, la de PJ Harvey, que se me escurrió de la punta de los dedos en el último momento). La de la actriz y directora de Toronto fue publicada en el Dominical del 16 de diciembre, se la hice por teléfono (sí, sí, tengo el teléfono de Sarah Polley y vosotros no, jejejeje) y la verdad es que me pareció una mujer interesantísima y encantadora. Aquí va la versión íntegra, sin cortes. Por cierto, si a alguien le extraña que la haya editado tratándonos de usted, es simplemente por cuestión de estilo de la publicación.
¿Es cierto que Isabel Coixet intentó disuadirla de pasarse a la dirección? (Carcajada) Pues sí. Intentó desmoralizarme diciéndome que era un trabajo muchísimo más estresante que el de actriz, pero también me dio grandes consejos cuando tomé la decisión de hacerlo.
Coincidió con Julie Christie en el rodaje de “La vida secreta de las palabras”. ¿Ya sabía entonces que ella protagonizaría su película?
En realidad ya había trabajado antes con ella en otro filme, “No Such Thing” (de Hal Hartley). Justo después de ella empecé a imaginarme “Lejos de ella” con Julie. Luego volvimos a encontrarnos en la película de Isabel, pero no le dije nada porque entonces no tenía aún el guión ni el proyecto desarrollado. No había nada concreto de lo que pudiera hablar.
La historia se basa en un relato de la escritora Alice Munro. ¿Qué le atraía de él?
Era la más bonita historia de amor que jamás había leído. Me pareció increíblemente honesto y difícil, ya que hace referencia a ese tipo de amor en el que no nos solemos fijar, cuando estás junto a una persona durante muchos, muchos años. Tuvo un impacto emocional tan fuerte sobre mí que no podía dejar de imaginarme a Julie interpretando ese papel.
Es sorprendente que una persona tan joven como usted se haya interesado por una historia de este tipo. ¿Piensa mucho en el futuro? ¿Le preocupa?
Sí. Mi abuela estaba internada en una residencia de ancianos y ver ese tipo de vida, ese ambiente, me daba mucha pena. Es algo que no se suele mostrar y de lo que no se habla mucho, y por eso me parecía importante reflejarlo en la pantalla.
Al parecer, Wim Wenders iba a hacer de figurante en la residencia en su película…
(Sorprendida y exclamando) ¿Cómo sabe eso?
En Internet se encuentran más cosas de las que se imagina…
Sí, es gracioso. Iba a pasarse un fin de semana por el rodaje y tuvo la idea de interpretar a un enfermo haciendo el perro. Al final no pudo ser por problemas de agenda. Queríamos hacerlo como sorpresa para el equipo, porque todos ellos son grandes fans de Wim Wenders.
Supongo que para usted era importante no caer en los excesos dramáticos a los que se prestan este tipo de historias.
Sí, creo que siempre es un peligro caer en el sentimentalismo, la moralina o hacerlo deprimente. Para mí un buen modelo fue ver cómo lo hacían Isabel (Coixet) o Atom Egoyan, gente que explora la tristeza sin volverse sensibleros, sino que son claros y honestos.
La verdad es que ha tenido una buena escuela. Ha trabajado también con Hal Hartley, Wenders, David Cronenberg, Michael Winterbottom…
Es una gran suerte. Todos los que cita son personas fascinantes e increíblemente generosas a la hora de compartir sus conocimientos. Realmente me han dado mucho apoyo y han confiado en mí. Así da gusto hacer una primera película.
¿Cuándo decidió hacerse directora?
Creo que a los 20 años lo pensé por primera vez, cuando se me ocurrió una idea para hacer un corto. Nunca había considerado dirigir un largometraje hasta que pensé en “Lejos de ella”. Durante el proceso, a pesar de que era una película terrible, me divertí más que nunca. Era un gran desafío y no quería que lo hiciese otra persona.
Y, después de esta experiencia, ¿han cambiado sus ideas sobre la interpretación?
(Piensa un rato) Creo que sí… sí, claro que sí. Tienes una idea más clara de las cosas sobre las que el director está en contra. Creo que el haber dirigido te ayuda a ser actriz, porque adquieres una enorme cantidad de responsabilidades. Actuar es más fácil, como me decía Isabel (risas).
Uno de sus primeros papeles importantes fue en “Las aventuras del Barón de Munchausen”, de Terry Gilliam, que se rodó en España…
Sí, en Zaragoza y Almería.
Creo que fue un rodaje particularmente infernal para usted.
Sí, no fue nada divertido (ríe). Terry Gilliam es un genio pero también es muy infantil. La producción fue muy caótica y el ambiente era un poco hostil para una niña.
Usted proviene de una familia de actores. ¿Hasta qué punto cree que eso es beneficioso o perjudicial?
Como adulta es genial. Me encanta estar metida en el mundo del cine, pero también es algo muy exigente y poco recomendable para cuando eres niña. A esas edades es casi imposible que entiendas nada.
Se habla mucho del síndrome Macaulay Culkin. Los niños actores pueden ver su vida fácilmente arruinada, pero no parece haber sido su caso…
Creo que ha sido cuestión de suerte más que otra cosa, para serle sincera. Tuve la fortuna de trabajar con Atom Egoyan a los 14 años, y no creo que hubiese continuado actuando de no ser por él.
Casi siempre ha interpretado a personajes emocionalmente muy extremos. ¿Cómo se prepara para esos papeles?
De algún modo extraño, llegar a esa especie de lugares oscuros y explorar ese tipo de dolor me resulta familiar, no me da miedo, sino que me resulta algo muy catártico.
¿Y eso no tiene consecuencias en su vida personal?
Sólo en el buen sentido. Creo que consigo procesar bastante bien todo eso.
¿Cuál diría que es su papel favorito, de entre todos los que ha interpretado?
Creo que la experiencia más profunda que he tenido ha sido trabajando en “La vida secreta de las palabras”. Me impliqué mucho en ese personaje, quería ver la vida a través de sus ojos.