Entrevista a Luis Brea
Como señalaba este viernes en la entradilla de la entrevista publicada en La Luna de Metrópoli, Luis Brea me parece, como en su momento Joaquín Sabina, Rosendo o Los Enemigos, el cronista de un Madrid que nadie había captado hasta ahora de la misma manera. Luis Alberto Alemaza López (Alcorcón, 1973) era, simplemente, Luis, el amable y risueño chico de gafas que siempre te atendía, y te daba conversación, valga el pareado, en la barra del Fotomatón. Luego descubrimos que, en su otra vida, era Luis Brea, se vestía de negro y se calzaba unas gafas de sol de carallo y, en compañía de Jorge y Hadrien, hacía unas canciones ingeniosas e hilarantes en las que podíamos identificarnos a nosotros mismos. Así que me dieron la opción de entrevistarlo y allí, aparte de lo del Metrópoli, aproveché lo que siempre había querido saber y nunca me había atrevido a preguntarle, en la Taberna Mozárabe y, confirma Lorena, su responsable de promoción, la misma mesa fundacional en la que un día empezó todo.
Si tu álbum se titula "Hipotenusa", ¿quién es el cateto?
Pues creo que yo. Elegí “Hipotenusa” porque me parece una palabra muy elegante, me gustó, me pareció que encajaba con el diseño y que creaba una sinergia con el dibujo y los contenidos. Supongo que hay algo freudiano detrás de todo esto que iremos descubriendo entre todos.
La palabra, si te equivocas un poco, se puede confundir con “Hipotensa”
¿Con “hipotensa”? Eso es una paradoja en sí misma: hipo tenso, hipo de tensión. Vale. Lo apunto. (Risas) Hay que hacer una lista, ¿eh?, de interpretaciones.
Has tocado en varios grupos antes…
Sí, en Los Hijos de Han Solo y luego empecé con Los Sitios con alguna tentativa de grabar, pero al final no cuajó nada y, después de diez años, yo particularmente di por cerrada la etapa, así que me fui a mi habitación a hacer canciones y a encontrarme un poco a mí mismo y ver los temas que quería tratar y cómo tratarlos. Fue un poco de introspección y búsqueda, porque yo con Los Sitios me veía como parte de un movimiento, o replicando un movimiento determinado, y cuando fui consciente de eso fue cuando me alejé de esa historia en busca de mi manera personal de ver las cosas.
En tu primer EP, “De lo dicho nada”, uno de los momentos más comentados es cuando dices lo de “la puta canción de Los Planetas” en “Baso es con V”. Parece como si ahí hubiese ya cierto ánimo de reaccionar contra ciertos referentes generacionales de nuestro indie. ¿Es así o estamos llevando las cosas más lejos de lo que pretendían ser?
Es que tiene muchas lecturas. Es una declaración de intenciones muy importante, aunque yo me he dado cuenta con el tiempo. La frase está contextualizada en una persona que se acuerda de otra cuando oye esa canción, y yo creo que todos percibimos que sí le gusta esa canción pero no le gusta porque le recuerda a esa tía con la que vivió esas cosas, y luego si lo llevas un poco más allá, y no es que haya sido tu percepción, creo que hay una ruptura generacional, como ese alejamiento que hice de Los Sitios. Yo soy muy fan de Los Planetas, pero quizás estaba más hasta los huevos de lo que es mi persona teniendo los mismos hábitos musicales, o como músico en Los Sitios replicando ese tipo de historias. Entonces creo que sí hay una revolución dentro del EP y también en “Hipotenusa”, sobre todo al quitarte de muchos prejuicios y estar enclavado en un sello determinado. Hay cosas muy soul, otras que toman cosas más de los 80… joder, y no nos hemos cortado. Quizás pudimos pensar en tener un sonido determinado. Igual te encuentras un Martin Hannett y consigues un sonido Luis Brea, pero nosotros lo que queríamos era quitarnos esas fronteras, y nos da un poco igual que una canción suene muy diferente de otra. Lo importante era disfrutarlo.
Estás usando el plural. Veo que tanto Jorge Martí Climent como Hadrien Fregnac salen en las fotos y en los vídeos. En realidad sois tres, ¿no? Luis Brea es uno y trino.
Luis Brea es una formación. Siendo una idea mía, que empecé yo con la guitarra, y sigue funcionando así, pero a partir de ahí ellos completan la labor con arreglos, sonidos, producción, sampleos… Ahora mismo no se podría concebir “Hipotenusa” sin ellos dos.
Vistes de una manera determinada, de negro, con gafas de sol… y tampoco es tu verdadero nombre. ¿Es Luis Brea un personaje que te has construido para interpretar estas canciones?
Yo creo que es una parte de mi personalidad que aflora de una determinada manera. Es una especie de narrador que cuenta cosas que le pasan, cosas que ve, otras imaginadas… Pero también me desnudo mucho en las canciones, visto habitualmente como salgo en las fotos. Pero también hay algo de teatralidad, que es algo que muchos autores no reconocen pero casi siempre se ejerce de alguna manera, porque eres un comunicador. Yo me siento cómodo en ese papel de narrador y además estéticamente pienso que funciona. Me gustan mucho los grupos que le dan importancia a la estética, desde los Cramps hasta la Velvet. Me mola que sea así. Decía Miles Davis que le daba tanta importancia a la trompeta que llevaba como a los trajes.
Al cantar adoptas diferentes tonos, casi diferentes voces.
Sí, es posible. De pequeño cuando iba al colegio era el gracioso que imitaba en clase, y algo de eso me ha quedado. Sí que me gusta estudiar diferentes registros. Igual que no estamos buscando un sonido determinado, me gusta abrir la opción de la voz. Es una cosa que hace mucho PJ Harvey, por ejemplo, y a mí particularmente me mola, explorar en tu voz, ver los diferentes registros que tienes. Eso te sirve para dar expresividad a lo que estás contando. Es una cosa que cuando me oí por primera vez en disco me sorprendió, pero luego me gustó que hubiese salido así tan natural. A lo mejor es simplemente parte del proceso de búsqueda, pero está siendo divertido y no quiero renunciar a ello.
Hasta donde yo tengo constancia, eres el primer cantautor que habla sobre la cultura del mañaneo. Lo cual me parece un acierto. La mayoría de las canciones discurren durante la noche o en after-casas. ¿Qué te llama más la atención de ello para inducirte a hacer canciones?
Bueno, es un mundo al que he tenido acceso inmediato porque estos cuatro años trabajaba en un bar y es una cosa que tengo muy cercana. Digamos que esa cercanía o esas cosas que pasan las tomo como excusa para hablar de cosas más universales. “Automáticamente” habla sobre cosas que nosotros no decidimos. Siempre hablamos de la razón, la consciencia y tal, pero hay muchas cosas que hacemos y que no sabemos por qué. Esas ganas de hablar de eso, juntado con lo que yo tenía cerca, me parecía una manera muy explícita e inmediata para hablar del mañaneo. Un piso, por la mañana, el inconsciente, y el deseo de querer volver a casa pero no poder.
Como “El ángel exterminador”.
Exacto, como Buñuel. Creo que en el Fotomatón también pasa un poco eso.
Noto en las canciones esa sensación de confusión que se da en ese tipo de situaciones: la noche, el alcohol, los estimulantes. A la hora de narrar.
Sí, el flash, ¿no? Me gusta que me preguntes eso, porque es algo que ejercito mucho.
Exacto. Son como los recuerdos que te vienen de la noche anterior, te acuerdas de algunas cosas pero de otras no, entonces no está todo hilado de forma normal.
Sí, acaba siendo como una pincelada rara y abstracta de lo que ha sido tu noche mezclada con la bajona que tienes (risas). A veces hay historias un poco más hiladas, pero cuando sucede eso también intento desmontarlas un poco para que vayas intuyendo lo que ha pasado o te hagas suposiciones, no sé si me explico.
Las canciones están pobladas de personajes que, sin conocerlos, son perfectamente reconocibles, y de situaciones con las que todos nos podemos identificar. Al mismo tiempo, hay referencias muy concretas a locales o grupos. ¿No tenías miedo de que algunas bromas fuesen tan privadas que hubiese gente que se las perdiera?
No. Por ejemplo la que hago a Ornamento y Delito es un homenaje. Somos muy buenos amigos.
Estaba pensando en, no sé, por ejemplo si te escucha alguien de fuera de Madrid o que desconozca estos ambientes.
No lo sé. Es posible que las referencias localistas… hay canciones de Los Planetas que hablan de “bajé a tal bar” y hacen referencia a su vida cotidiana. Yo eso creo que lo percibes, pero… se me ha ido un poco. A ver, el regionalismo madrileño. Yo creo que todas las historias que se cuentan pertenecen a un proceso de identificación que te puedes encontrar en cualquier ciudad y puede tener cualquier persona, aunque sea de un pueblo. Cosas de la noche, cosas que pasan, y que creo que son bastante cosmopolitas. A lo mejor la forma de contarlo sí que tiene algo de castizo, pero es el modo de expresarte que mamas aquí, aunque yo tampoco soy madrileño, soy de Alcorcón. Muchas veces se te ve el plumero. Lo de siempre, nunca sabes el acento que tienes hasta que alguien te lo dice.
El humor juega un papel muy importante, queda muy claro que te ríes de ti mismo lo primero, pero también hay dolor y otros sentimientos.
Sí, creo que hay un gran abanico de sensaciones, pero a mí personalmente me gusta mucho pasarlo por el filtro del humor, sobre todo porque me parece una manera muy elegante de reflexionar y tirar para adelante. Es un espacio cojonudo para aprender, reflexionar sobre las cosas que te han pasado y a lo mejor no darles tanta importancia y enfocarlo de una manera positiva. A mí, por ejemplo, me ayuda mucho y me encuentro muy a gusto. Para no utilizar el humor cuando hablo tengo que forzar. Y eso en las letras se refleja, es donde más soy yo.
Antes hablabas de la importancia que le concedías a la estética. Estoy recordando que, en la hoja de promo del EP, señalabas entre tus influencias a "Los grupos que visten de negro menos Placebo".
Es que nunca me ha gustado Placebo, y espero que no lo oiga mi suegra, porque es la fan número 1 de ellos. Era un poco coña pero es verdad. No sé por qué pero hay una estética desde la Velvet, Depeche, Nick Cave, The Cure… pero Placebo nunca me ha gustado y se me ocurrió al hacer la presentación. Hay un ejemplo muy claro en el disco, que es “Vuelve”, que la veo como una segunda parte de “Dicen por ahí”. Hay una reflexión ahí, rumba dura, que no hemos maquillado o disfrazado con otros ritmos, pero sí tiene una textura muy oscura, es como “El imperio contraataca”. Está entristecida, y es un buen ejemplo de donde se ve esa intención.
Es la típica canción de personajes reconocibles. Todos hemos conocido a alguien a quien le hemos dicho “vuelve a tu pueblo con tus padres, que aquí en Madrid no te estás comiendo nada”.
(Risas) Y a nosotros mismos también, ¿no? A mí me pasa. Sí, es así. Supongo que esa canción es una reacción contra la idealización de la ciudad. La capital está muy bien pero hay veces que te jode. (En este momento, Lorena se introduce en la conversación y nos ponemos a hablar del peterpaneo). Creo que tenemos todos en el inconsciente de que estamos en el cable metálico, pero si nos caemos todavía vamos a tener el colchón familiar.
Eres, si no me equivoco, el quinto artista que graba con Marxophone. ¿Cómo surgió? Teniendo en cuenta que los tres primeros son Refree, Nacho Vegas y Fernando Alfaro, es todo un privilegio.
Pues, joder, es la hostia. El primer contacto fue hace un año cuando toqué en el Nasti con Ornamento y Delito, estaba Juan Santaner en el público, me dijo que le había gustado y que quería hablar, luego tuvimos otro encuentro frontal en el Día de la Música, porque actuamos justo enfrente de la caseta de Marxophone. Ahí Juan me dijo que si nos podíamos reunir para hablar más en serio y ahí es cuando empecé a flipar, porque yo cuando vi en Rockdelux la primera referencia a Marxophone, donde había como un texto fundacional, me moló mucho y siempre pensé que me encantaría estar en un sitio así. Cuando un año después ves que estás metido ahí, no sabes muy bien por qué, pues lo flipas. Todas las personas que estamos trabajando ahí, que empezamos desde el principio, estamos en el equipo. Y sentimos un cariño y un apoyo mutuo en el que todos creemos en el proyecto, nos estamos volcando de forma muy familiar y Marxophone ha continuado ese espíritu.