Segundo día. Recorrido por Shibuya más bien de compras. En una tienda de discos nos encontramos a los chicos de La Oreja de Van Gogh (no a la chica). Muy majetes, la verdad. Uno de ellos nos pregunta si controlamos algo de pop japonés porque se quería comprar algo. Yo le saco una foto al disco de Daddy Yankee en versión japo. Lo más reseñable del recorrido: una cola enorme en un tenderete en el que vendían no sé qué movida de "Star Wars". No me enteré muy bien de la vaina, pero al parecer, en el hotel luego vieron a Ramón J. Márquez (antes conocido como Ramoncín) haciéndose fotos con el enano que hacía de R2D2. El mayor descubrimiento fue las tiendas llenas de chicas comprando(la calle era un desfase, oleadas de gente por todas partes, mayoritariamente tías y de edad incierta entre los 15 y 30 años) y todo el mundillo de las lolitas góticas: tribu urbana de moda en Japón, con una extraña mezcla de referencias entre el fetichismo siniestro, la estética manga más naïf y un puntillo rococó como de novela romántica inglesa. Cosa curiosa: la mayoría iban emparejadas y a juego. Una de negro y otra de blanco o rosa, una con cofia y otra con la cabeza descubierta. Dentro de la vorágine de tribus urbanas que se veía, una cosa parecía cierta: se veía los punkis con pintas más punkis, los rockabillys con las pintas más rockabillys.. pero todo era pura estética, rebeldía uniformada y gregaria, al fin y al cabo. El Gitano Antón de La Excepción, en conversación posterior, nos mostró todo su escepticismo al respecto. Se quejaba de que había ido a una fiesta rastafari y nadie fumaba marihuana.
Más curiosidades: una enorme tienda de juguetes que sería el paraíso de los freakies (yo le compré a mi sobrina una ballena para guardar cd's) y varios tenderetes de iconografía pop, con cientos de postales, entradas firmadas y diverso merchandising de ídolos pop teen locales. Para quien haya visto "Dolls" de Takeshi Kitano se puede hacer una idea de cómo son. En las tiendas de deportes prácticamente todos los dependientes tenían camisetas del Real Madrid pero, curiosamente, las del Barça cotizaban más caras.
Hay que ir al concierto de La Oreja, que, glups, en realidad se nos estaba olvidando que íbamos a trabajar. Juan y yo nos pillamos un taxi para ir al local y asegurarnos de que llegábamos a pesar de que sabíamos que no estaba a más de cinco minutos. Pésima idea y momentazo Lost In Translation del viaje. Pese a enseñarle previamente la dirección al taxista, el tío se pierde, mira el callejero dos o tres veces y, finalmente, cuando reconoce que se ha perdido del todo, se para en un semáforo y nos dice "walk, walk", y ahí nos deja. Vamos a preguntar con el plano a dos o tres sitios: uno nos manda en dirección contraria, otro a tomar por culo... y todos ellos sin hablar ni patata de inglés. Nos encontramos dos veces por la calle a Luis y Montse Elefant (la segunda nos guían por el plano, llevaban unos días allí y controlaban la zona un poco) y una vez a Roberto Niza y sus colegas. Finalmente, llegamos al concierto 20 minutos tarde (mecachis).
La Oreja tocaba en la sala Dúo, propiedad de Jay Kay, que para que eso quedase bien claro, estampó su silueta en todos los espejos del local. Así es la megalomanía. La sala estaba bastante llena (aunque, ojo con los discursos triunfalistas de la SGAE, el concierto era gratis y cabían unas 2.000 personas) y predominaba el público español y latino. Con esto del reportaje, le entré (profesionalmente) a unas cuantas japos para preguntarles por qué estaban allí y de qué conocían al grupo. Sorpresa: todas las encuestadas tenían o algún amigo español o habían estado allí alguna vez o algo así. Y tiro fallido: dos de las presuntas japos en realidad eran peruanas (jajajaja).
Tras el concierto momento de indecisión. A Juanan Rolling se le da por llamar al mánager de La Excepción y los vamos a visitar a su hotel. El Langui, estrella absoluta del viaje, se pone a teorizar sobre el "Big One" que espera Tokio y que en breve va a haber un terremoto y se va a ir todo a tomar por el culo. "Lo sé bien, que me he documentado", dice. El Gitano Antón me hace dos revelaciones insólitas. 1) que desde hace años les viste Nike y que se ha comprado unas Air Jordan (se me cae el mito). 2) Una muy meditada comparación entre la cerrazón social de Japón yla de Pan Bendito (el mito sube de nuevo). Volvemos al hotel porque nos toca madrugar:hemos decidido irnos a las 4 al mercado del pescado, la lonja más grande del mundo.
Yo me despierto dos horas antes de lo previsto. El puto jet lag. No se me ocurre nada mejor que, ejem, sentarme en la ventana y ponerme a mirar. Nos encontramos por fin en la recepción. Llueve a mares (es la llegada del tifón que esos días andaba por el país pero que a Tokio llegó de refilón). Caminamos por el mercado, impresionante, con un día de perros. No hay zona de peatones y los camiones de transporte y tal van a toda hostia y pueden aparecer de todas partes: parecía un puto videojuego en el que tenías que sortearlos en todo momento. Entre eso y la lluvia la situación parecía muy "Black Rain". Lo más turístico era el momento de la subasta, con un montón de atunes numerados que parecían ballenas y un pibe subido a una caja gritando cosas en japonés. Allí nos encontramos de casualidad a dos españolas, una de ellas una periodista del Tentaciones que estaba de vacaciones o algo así (estas cosas pasan). Agotador. Y en un par de horas había quedado con Mieko. Volvemos al hotel a desayunar, aparece por ahí Dani Macaco, le saludamos y le invitamos a sentarse. Tipo majo. Me voy a acostar un rato.
Canción del día: "All My Colours" (Echo And The Bunnymen)