Christina Rosenvinge y el principio de incertidumbre
(La foto es de mi amigo Víctor Garrido)
Esto sucedió una mañana de domingo hace ya meses. Christina Rosenvinge acababa de publicar "Lo nuestro", que automáticamente se convirtió en mi disco favorito de ella (creo que eso mismo ha sucedido unas tres veces con anterioridad). Con la excusa de una entrevista para publicar en La Luna de Metrópoli, y su inevitable brevedad obligada, nos citamos en el café de la librería La Central de Callao, lugar donde un año antes me la había encontrado precisamente (en un acto para la entonces nueva, ahora difunta Rolling Stone y que cubrí firmando con arrebatado seudónimo). Allí me anticipó algunas cosas de por dónde iba aquel nuevo álbum, todavía en ciernes, y las dudas al respecto y numerosas vueltas que le estaba dando. O, al menos, así creo recordarlo. El caso es que no iba a desaprovechar la oportunidad de tener un encuentro tan relajado, sin hora de finalización prevista ni ningún compañero esperando después para la siguiente entrevista, y le hice todas las preguntas que me apetecían con la vista puesta en este blog. Más allá de eso, todo acabó derivando en una conversación sobre el estado actual del mundillo musical que ya se quedó fuera de lo grabado.
En realidad, confieso que hacer esto era una asignatura pendiente desde hace mucho. Recuerdo la primera entrevista que hice a Christina, de texto brevísimo para Mondosonoro, recién llegada ella de Nueva York con "Foreign Land" (2002), y que recuerdo con especial cariño. Tanto la conversación en sí como un inusual detalle. Al preguntarle por su álbum anterior, "Frozen Pool", que entonces yo no tenía, me invitó a subir a su casa -estábamos en una terraza bastante cerca- y allí mismo me dio un ejemplar. Las siguientes fueron más extrañas. En su misma casa volvimos a terminar, pero esta vez en compañía de Nacho Vegas, haciéndoles una entrevista conjunta para la portada de Rockdelux. Releyéndola, veo con cierta distancia cómo algunas de las cosas más interesantes que prometía aquella gira conjunta al final no lo fueron tanto (lo de jugar el uno con las canciones del otro y todo aquello), pero también recuerdo que me emocioné mucho cuando tocaron "Días grandes de Teresa", uno de mis temas favoritos de ella y que nunca antes y después he conseguido escuchar en vivo. Despúes volveríamos a repetir portada en Rockdelux, pero en esa ocasión junto a Benjamin Biolay, en una conversación apresurada y caótica en los camerinos de la sala Arena (entonces Heineken) tras un concierto del francés. El único recuerdo que guardo de aquello es que B.B. me dijo que si me quedaba a tomar algo con ellos y yo, entre tímido y orgulloso de mis prioridades, le dije que gracias pero que era el cumpleaños de un amigo y llegaba tarde, así que me fui corriendo al Picnic a la celebración de Calros. Recuerdo que en alguna entrevista posterior, Christina bromeaba con ese hecho de que, para aparecer en la portada de la revista tuviese que hacerlo siempre acompañada de hombres, sensación que siempre he compartido y que consideraba bastante injusta. Afortunadamente, este año se ha solucionado el entuerto y ha salido ella sola en la primera, entrevistada por Elena Cabrera.
El caso es que siempre he apreciado mucho a Christina Rosenvinge. Me resulta admirable tanto por su trayectoria musical como por las cosas que dice y también porque es una de las artistas a la que me encuentro en más conciertos interesantes, entre el público. También porque me parece injusta y completamente inapropiada la imagen de diva estirada y distante que muchos tienen de ella, y que yo creo que se corresponde más bien con cierta timidez. La misma que, en mi caso, lleva a que cada vez que me la encuentre me entre cierto nerviosismo que ataca de lleno a mi fluidez comunicativa. Resumiendo, que por fin le hice la entrevista que quería y creo que quedó bastante bien. Aquí la tenéis:
(Comenzamos hablando sobre su nueva banda de directo)
Teníamos sin montar la banda y era un paso fundamental para explicar este disco. Emilio Saiz estoy ya hace años me dijo que quería tocar conmigo y mi idea era tener una banda más grande de cinco personas, pero he empezado con algo más esquemático y está funcionando muy bien, con él y con David (T. Ginzo) y Juandi (Juan Diego Gosálvez) de Tuya. Han entendido muy bien el concepto, hemos rearreglado temas antiguos y ese ha sido un trabajo muy divertido y lo estamos pasando muy bien, el directo es muy energético y muy distinto a lo que había hecho en los últimos tiempos.
Nunca has mantenido una misma banda durante mucho tiempo, ¿no?
Pero eso me pasa a mí y a la mayoría de la gente que tiene proyectos de cantautor, porque es muy difícil mantener a una banda. No giras tanto como para mantenerla todo el tiempo. Por otro lado, eso tiene una ventaja muy grande, que es que no te anquilosas en un sonido, ¿sabes? Aporta mucha frescura también a los conciertos tocar con gente distinta, rearreglar temas. También ha sido porque he grabado con la banda que había hecho en Nueva York, que es la más estable que he tenido, y luego aquí giraba con otra, supongo que también habrá esto.
(En realidad ésta no es "La distancia adecuada", sino "Canción del eco")
¿Cómo ha sido el proceso hasta encontrarte con el disco? ¿Ha sido más tortuoso que otros álbumes?
Siempre lo es, cada disco es siempre una aventura. En mi caso, mi carrera ha sido como ir asaltando barcos, nunca ha tenido nada de plácido, siempre ha sido una odisea. En este caso, había hecho “La joven Dolores”, luego varios conciertos con banda y otros en acústico, salió la caja recopilatoria, que en un principio yo no quería hacer, pero Warner quería publicarla con mimo, me dio la posibilidad de hacer alguna grabación nueva y una edición muy cuidada. Era el momento de hacerlo, porque igual cuando yo hubiera querido no habría habido la posibilidad. Eso provocó que yo me guardara algunas canciones nuevas, y luego salieron algunos proyectos también como tocar en el Abycine o un par de conciertos para niños. En todo momento yo estaba recapitulando y escribiendo canciones nuevas, y buscando por dónde continuar. Después de haber hecho tantos acústicos la sensación era que me apetecía tocar con banda y hacer ruido otra vez, y empecé a componer canciones un poco con esa idea. Las componía sola y las grababa en Ipad, empecé a arreglarlas sobre la marcha y a utilizar recursos de electrónica, que era lo que tenía ya a mano. Esos recursos se convirtieron en parte de las canciones porque no se podía prescindir de ellos. Empecé a hacer una grabación experimental con Raül (Fernández) para ver lo que nos salía. La idea de empezar a grabar un disco de esa manera, que es muy distinto de lo que había hecho en los últimos años, en el ordenador, construyendo las partes de cada canción y pasando a protools los arreglos que yo había hecho en Ipad, fue un proceso muy enriquecedor que me ha divertido mucho.
Recuerdo cuando comentabas con algún disco anterior que te habías puesto a componer con el piano porque tu segundo embarazo dificultaba que pudieses tocar la guitarra. Al final parece que esas decisiones, de con qué instrumento empiezas a componer y por qué, acaban influyendo más de lo que pensamos en el resultado final de cada disco…
Realmente es que, para todos, en la vida todo en gran parte es accidente. De hecho, la manera en que el accidente incide en nuestro destino tiene mucha gracia, y en la música, desde luego, es muy evidente. Hay mucho de esto, las circunstancias te obligan a ir hacia algún sitio, igual que a hablar de algunos temas u otros. La música tiene que ser así, una respuesta a la vida cotidiana y a lo que te ocurre.
Asumo, porque no tengo los créditos, que todas las letras son tuyas, aunque hace tiempo, leyendo una crítica de “Antagonista”, se sugería que los textos de tu siguiente disco podrían ser de Alejandro Simón Partal. ¿Hay algo cierto en eso?
Siempre todas las letras de todos los discos han sido mías. La música a veces ha sido compartida, porque a veces el músico que tienes al lado sugiere ideas que merecen su autoría. En el caso de las letras, para mí son algo muy importante y muy personal. Sí que es verdad que al haber hecho "Antagonista" con Alejandro, que fue una maniobra de inmersión en el lenguaje poético más puro, sí que ha tenido influencia, porque además alguna canción la desarrollábamos alternando poema y canción y estaban íntimamente relacionadas, jugábamos con los mismos conceptos, pero si te digo la verdad es muy difícil cantar las letras de otro, tal vez es la parte más íntima de lo que yo hago. La elección de acordes también. Es decir, yo soy permeable a todo, todo el mundo que me habla algo de música, que me enseña un poema, que toca algo conmigo, de alguna manera me influye pero, cuando llega el momento de hacerlo, normalmente lo hago sola.
Eres un caso excepcional en el sentido de que hay pocos artistas veteranos dispuestos a escuchar a la gente joven y asumir ideas nuevas. Eso, por un lado es muy positivo, pero también he percibido connotaciones peyorativas, como esa idea maliciosa de decir que eres como una vampiresa que se alimenta de la sangre de personas más jóvenes.
Eso es bastante misógino (risas). Es verdad, yo también he leído cosas donde se asume que la gente que me rodea tiene más importancia para mí que la que rodea a cualquier otro tío que está en mi misma situación. No lo sé. La gente muchas veces envejece porque deja de mirar hacia el mundo, de encontrar cosas nuevas que le resultan excitantes o intentar comprenderlas. Se quedan con lo que recogieron hasta los 30 años y con eso siguen adelante, comprando más discos o leyendo libros sobre la misma gente, y pocas veces se abren a descubrir cosas nuevas. Para mí hay esa necesidad, pero el mismo estímulo no te funciona dos veces. Una vez que has asimilado la obra de Leonard Cohen tienes que descubrir otras cosas que también te influyan y te vuelvan loco, y eso normalmente viene de gente más joven. Esa interacción también es interesante porque incluso la visión que ellos tienen de cosas que tú conoces es distinta, ven otras cosas. Es como que todo se está reescribiendo todo el tiempo, y si te quedas anclado dejas de entender el mundo y el mundo deja de interesarse por ti también. Encuentro a mucha gente de mi generación que están como acomplejados o que piensan que nada les puede sorprender ya, y lo terrible de eso es que te estás perdiendo todo. Esa sensación de que alguien más joven que viene con una idea potente te está robando a ti algo no es cierta. Si interactúas y aprendes os enriquecéis ambos. En mi caso también, yo nunca he estado anclada ni me he sentido muy identificada con mi generación, así que digamos que he hecho surf entre unas generaciones y otras. Las ideas fluyen de una a otra, no pertenecen a una generación concreta, y esa idea de ruptura generacional me parece muy conservadora en el fondo.
Leyendo una entrevista con Björk se quejaba de que se le daba más crédito musical a sus colaboradores musicales masculinos y menos peso a ella de lo que en realidad sucedía. Asumían, por ejemplo, que Matmos le había hecho toda la producción de un álbum cuando no era así. ¿Has sentido lo mismo en tu caso?
Sí, sí lo que ha notado. De hecho, se está hablando mucho de la producción de Raül cuando es una coproducción. Es decir, todas las canciones las he llevado con melodía y acordes y también con muchas de las partes instrumentales. Lo que Raül ha hecho ha sido darle un sonido, aportar la capacidad técnica para que suene de esa manera, y ayudarme a dar ideas para que encajaran armónicamente y ese tipo de cosas, pero realmente la parte creativa la traía yo hecha, y a la hora de producir lo hemos hecho juntos en todo momento. El disco suena a mí y él me ha ayudado a que sonara como yo quería. Es verdad que se le ha dado siempre mucha importancia a la gente con la que yo he trabajado. Parece que yo me limito simplemente a escribir las canciones, pero cómo suenan es también responsabilidad mía y, de hecho, todos los discos hasta ahora los he producido yo. Raül ha sido el primero, desde 1994, que he encontrado y que podía figurar en los créditos como coproductor.
¿Se podría decir que tu carrera ha sido la respuesta a una necesidad constante de tener que demostrar algo?
No, no lo veo así en absoluto. Sería en todo caso ante mí misma si eso fuera verdad. Es decir, si a mí me importara tanto lo que la gente piensa no habría hecho las cosas de una manera tan libre y tan suicida. Lo que no he tenido es a lo mejor las autorrestricciones que se pone la gente a la hora de componer, ese miedo a no gustar a los demás.
Pensaba en la idea de demostrar que eres una artista de verdad…
(Risas y cara de sorpresa) Entiendo que puede que yo sea una figura controvertida. Como no hay antecedentes de carreras como la mía en España, la gente no sabe con qué compararlo o cómo digerirlo. Entonces como hay esa necesidad de empaquetar, parece ser que lo que yo hago es algo imprevisto. Entonces, ante la necesidad de explicarlo, la gente sale con explicaciones absurdas. Yo creo que el tipo de carrera que yo he tenido se asimila mejor en otras disciplinas. Es normal que un escritor cambie de registros, o un artista plástico. Sin embargo, se supone que los músicos tienen que ser más conservadores. Yo a eso le tengo muy poco respeto. Creo que las canciones tienen suficiente carácter como para que yo pueda ir robando de todas partes cosas y conformar algo que para mí tiene sentido. Creo que todo tiene mucho que ver con la dificultad de la gente para juzgar algo que no sabe cómo encasillar… ¿no? Pero no creo que sea la única que hace este tipo de cosas, hay muchos más ejemplos y pienso que detrás va a venir mucha más gente. A lo mejor yo he sido la primera que ha roto estos esquemas. También es verdad que yo empecé mi carrera en el punto en que la empecé, que era un año concreto en España, el mundo musical estaba conformado de cierta manera. Entonces conseguir, con las herramientas que hay a tu alrededor, redirigirlo para hacer lo que tú quieres hacer, igual si hubiera sido en otro momento todo se habría dado de otra manera.
¿Notas tu influencia sobre artistas más jóvenes que estén surgiendo ahora?
Sí. Y noto mucha empatía sobre todo por parte de una generación de artistas mujeres que han venido detrás. No solo en la música. Es una generación que tiene poca representación, porque no son las que cuentan la historia, no son los periodistas, programadores… La música está dominada por una visión muy masculina. Pero yo noto en esa generación de mujeres un reflejo. Gente como Paula Bonet es un ejemplo. Me escribió para que le presentara un libro porque había esta empatía. Yo no la conocía pero había visto un par de dibujos suyos y me habían gustado mucho, me había intrigado, y estaba buscando una ilustradora para la canción “La muy puta”. En el momento de escribirme fue cuando le dije “pues qué bien, porque justo estaba buscando a alguien”. Fue como un círculo que se cierra. Al final sus ilustraciones tienen mucha importancia.
Forman parte del relato, del discurso del álbum.
Claro, ella se ha entregado totalmente. Sí, sí.
El disco se titula “Lo nuestro”. Creo que es el primero que apela al “nosotros” en lugar de al “yo”.
No, que al “tú”, que ha sido mucho más frecuente, yo creo.
En todo caso, apela a lo colectivo por primera vez. Supongo que es inevitable desligarse de la situación actual.
Sí, lo gracioso del título es que surgió en el 2013 cuando acabé el disco. Ahí había un guiño, porque todo el mundo iba a pensar que aludía a una relación, cuando se refiere a un nosotros mucho más grande. Los títulos que a mí me gustan son muy abiertos, los que cada uno puede interpretar a su manera, que haya misterio. Me gustan más los títulos que sugieren que los que cuentan, y quería intentar algo así. Todo eso tiene mucho que ver con la incertidumbre, que es un tema que planea a lo largo de todo el disco.
Estamos todos muy perdidos en este momento.
Efectivamente. Creo que es la sensación general. Es que en realidad, cuando uno escribe, pocas veces lo confesional es realmente confesional. En realidad lo que tú confiesas es la parte de ti que tiene que ver con todo el mundo. Si no hay esa interacción general, las canciones pop no funcionan. Solo puedes contar lo que todo el mundo va a entender porque lo viven también. Esa búsqueda de esos temas para mí es la temática de las canciones pop, el por qué de que unas den en el clavo y funcionen y otras no.
En el disco abordas temas de política y de género. Se está hablando de eso más que nunca, en relación a la música se está haciendo mucho, pero también empieza a haber voces que apuntan que esto es una moda. Al mismo tiempo, parece que se está interpelando, exigiendo a los músicos que se posicionen personal y creativamente, lo cual tiene el peligro de que se asuma como una obligación y se caiga en un automatismo: “tengo que escribir una canción de compromiso social porque ahora toca hablar sobre esto”.
Mira, para mí toda esta especie de exigencia de militancia… Creo que las canciones responden al momento en que se escriben, pero tampoco puedes dirigir la manera en que la gente piensa. Me parece que eso es asumir un papel que no es el que te corresponde. Cuando escribes, en realidad estás respondiendo a lo que la gente piensa y siente, estás dando tu respuesta, pero no puedes dirigirlo desde tu punto de vista. Creo que exigir al músico ese papel es catastrófico. No pueden pretender que hagas de profeta.
“Alguien tendrá la culpa” es una canción protesta en que, en lugar de señalar con el dedo a los demás, lo hace hacia uno mismo. Pero las formas son muy de canción protesta clásica, como las de Phil Ochs o Woody Guthrie, quien, por cierto, también hizo muchas canciones para niños. Y en tu canción salen niños cantando también.
Ya, ya. Bueno, eso fue accidental. En realidad quería adolescentes, pero yo estaba grabando en Barcelona y los adolescentes no estaban a mano. Como mis amigos allí tienen niños pequeños, acabaron siendo ellos. Yo también soy un poco determinista. Si eran el hijo de Raül o el hijo de Mónica quienes estaban allí pensé que quizás la canción tenía que hablar más de ellos que de nosotros. Efectivamente, es muy difícil hablar de cuestiones políticas o sociales. Eres un necio si piensas que puedes acusar y hacer un análisis correcto y completo en una canción. Creo que es más coherente buscar la reflexión. Y efectivamente, es una letra que me costó mucho escribir y habla de cómo se siente uno en un mundo reducido al mercantilismo, sobre la parte de culpa que tenemos todos y también sobre la desazón ante lo que uno contempla alrededor. Pero, vamos, hacer una arenga me parece una simplificación en la que yo no quiero caer.
¿Una artista como tú tiene dificultades para vivir de la música?
Ahora mismo no es que tenga dificultades, pero todo el sistema está sobreviviendo. Lo que más me preocupa es que esto puede tener consecuencias catastróficas en el futuro. La gente con mucho talento, de veintitantos, treinta y tantos años, que ahora está decidiendo si dedicarse a la música o no, va a acabar haciendo otra cosa, y eso implica una pérdida de talento enorme. Esta triple crisis, del iva, el formato unido a la crisis económica, puede suponer que haya una generación que no tenga la oportunidad de hacer lo que nosotros sí hemos hecho. Al fin y al cabo yo he tenido la oportunidad de grabar muchos discos y desarrollar una carrera de artista, poder vivir de lo que haces, que ahora mismo es un privilegio que tiene muy poca gente.
¿Por qué te decidiste por El Segell del Primavera para editar el álbum?
Porque en estos momentos de incertidumbre y reestructuración, las compañías multinacionales están optando por algo que me parece muy conservador. Entonces quería tirarme a la aventura y ver qué pasa. El Primavera Sound tiene un criterio musical con el que me puedo identificar más y que define mejor lo que a mí me gusta. Me parece que hay una cierta coherencia ahí.
Me gusta en el disco la forma en que utilizas la voz. Has hablado de la influencia de Yoko Ono a la hora de jugar con ciertas cualidades vocales o con los gritos.
No solo Yoko Ono. En realidad empecé con lo de los gritos porque estuve tocando en Perú y, por casualidad, asistí a un par de espectáculos de música tradicional indígena, me gusta mucho esa manera de cantar de las mujeres andinas, que es como muy resistente. Me gustaba mucho esa figuración dañina. Inspirándome en esto empecé a hacer este tipo de cosas en las canciones que estaba escribiendo, sin planificar mucho. Pensaba quitar más cosas de la grabación, y quité mucho. Luego se ha transformado en una manera de expresión.
¿Dirías que el álbum trata sobre la interrelación entre la vida y el arte?
Absolutamente. De hecho, para mí esto es, por encima de todo, hacia donde van dirigidas todas las canciones. “La absoluta nada” jugaba por eliminación, en ella iba escribiendo todos los motivos para seguir haciendo esto que nadie te pide que hagas y que sientes un impulso irrefrenable por hacer. La pregunta era por qué lo haces realmente y, después de pensarlo mucho durante semanas y antes de escribir la frase final, me dio la impresión de que era un modo de huir del terror que uno siente ante el vacío.
Es una canción también que contrasta con el resto del disco porque, frente a las formas rupturistas utilizadas, es muy clásica, casi de línea clara.
Sí, es verdad. Tiene una estructura también parecida a “Romeo y los demás”. Cuando enseñé el disco a Warner una cosa que comprobé es que la gente más conservadora siempre echa en falta un estribillo que se repita. Aquí concibo la canción de arriba abajo como un relato, que es algo que he hecho en otras canciones. Yo creo que en general, desde la industria musical, se minusvalora al público. Yo he comprobado con el tiempo es que a la gente lo que más le gusta es cuando más se arriesga. Las que más le han gustado a ese público tan fiel al que realmente debo el tener una carrera no han sido los singles, sino las más extrañas, las que son muy largas, muy histéricas, que no repiten la letra o son más personales. Eso me reafirma en que hay que tomar riesgos y salirse de los esquemas prefijados.
“La muy puta” habla sobre el paso del tiempo y la presencia de la muerte, que es algo que se trata muy poco en el pop.
Es un tabú, de hecho.
Pero en cierto modo no sé si introduce también la presencia del otro como una especie de sujeto difuso que desata rumores. Esa gente que te ve pasar y cuchichea “mírala, qué bien se conserva”…
(Risas) Bueno, “La muy puta” es un juego transgresor en el que hablas de todo lo que se supone que no tienes que hablar. Me meto con todo el mundo, conmigo misma, y me meto con la muerte, de la que se supone que no tienes que hablar, y menos cuando ya no eres joven, porque no es algo romántico sino que estás mirando de frente a algo que te aterra. Sobre todo, la idea es que si puedo hablar de ello es precisamente porque me encuentro en un momento muy privilegiado de mi vida. Puedo derribar el tabú porque creo que hay que derribarlo. Me hace mucha gracia porque a la gente la trastorna mucho. Cuando la hice y le puse ese título vi la reacción que causaba en la gente, me gustó mucho haber dado en el clavo y haber hecho lo que trastornaba más, cosa que cada vez es más difícil (risas).
Antes comentabas que siempre has hecho las cosas al margen de lo que pudieran pensar los demás. Como personaje público te lo tomas todo muy a guasa, ¿no? Utilizas siempre el humor como una especie de refugio.
Es que no lo puedes hacer de otra manera. Además, con el tipo de carrera que he tenido yo, solo si te haces muy duro y eres capaz de reírte eres capaz también de sobrevivir. Hay una relación con el público de base más fiel por el que me siento muy reafirmada, pero todo lo demás va y viene, la relación con el medio discográfico… todo eso responde mucho más al momento pero, en realidad, sólo si ironizas sobre tu figura pública, que es una construcción sobre la que no tienes ningún control, puedes sobrevivir en esto. Si te lo tomas en serio se sufre mucho.
“Lo que te falta” es mi canción favorita del disco. Me gusta su atmósfera gótica, el modo en que utilizas la voz, y la letra, que tiene un punto como de novela de misterio también un poco distópica. He leído que tenía mucho que ver con el problema de la identidad/ intimidad en la cultura digital, lo que dejas ver de ti y lo que no.
Sí, tiene que ver con la nueva identidad y con el juego de espejos que supone… Es una canción en la que estoy hablando de una cosa y a ratos de otra, también de lo que supone reafirmar tu identidad en un mundo mercantilista donde se trafica con tus datos y donde realmente no se sabe si se está hablando de identidad digital, de identidad como ciudadano o de identidad sexual. Habla de esas tres cosas.
Al escucharla le di otra lectura. Veo a un acosador que sigue a una mujer, y creí percibir esa idea de que hay personas, que pueden ser fans o mismamente periodistas, que creen saber más de ti de lo que incluso sabes tú misma.
En realidad, el protagonista de esta canción para mí era masculino. Luego pensé que no tenía identidad de género. Por eso hemos hecho un vídeo para el que hemos buscando una persona que es ambigua sexualmente, que puede ser un hombre o una mujer. Para mí esto era importante porque creo que la identidad sexual es algo asignado, no propio. Es gracioso porque este cine noir de posguerra, películas como “El tercer hombre”, de paranoia del telón de acero, esa estética, ahora vuelve a tener vigencia total gracias a Snowden. De nuevo toda la paranoia del espionaje vuelve a estar en mente. Entonces sí, es verdad, he buscado esa estética en el sonido y todo, el blanco y negro de humos y trenes porque vuelve a tener sentido ahora: lo saben todo de nosotros y cada paso que das está predeterminado.
En medio de la entrevista, una pareja que observaba desde la mesa de enfrente nos interrumpió brevemente. Disculpándose, le pidieron a Christina si les podía firmar el disco, que justo acababan de comprárselo en la FNAC, y se confesaron como fans. Seguimos un rato hablando de la vida hasta que me marché a casa. Ella se quedó leyendo la prensa del día. Meses después, cuando iba a votar para las Municipales, mientras hacía la cola la vi salir del colegio electoral acompañada de Alejandro Simón Partal y Javier Marías. Con una leve sonrisa, estuve a punto de ir a saludarla, incluso de preguntarle si había votado lo mismo que yo iba a votar. Me dio palo y no lo hice.