Nacho Vegas: Resituación ampliada en el campo de batalla
El pasado 27 de febrero tuve la oportunidad de charlar con Nacho Vegas en Madrid. Fue una de las primeras entrevistas concedidas con motivo de su álbum "Resituación", bastante antes de que saliese a la venta y también de su controvertida cobertura en Rockdelux, a partir de la cual viró inevitablemente toda la promoción hacia una especie de discurso único (a estas alturas, un poco cansino ya por agotamiento mediático y escasez de aportaciones que vayan un poco más allá) en torno a la canción política, lo panfletario, el oportunismo demagógico, etc. Probablemente, por no decir que seguro, de haber hecho la entrevista yo también en esos días posteriores, habría incidido en los mismos temas, pero, ajeno a lo que iba a suceder después, la planteé con una perspectiva más bien de curiosidad personal, casi de fan.
Aunque discrepe con ella en bastantes cosas, me ha gustado mucho la crítica de Santi Carrillo -además de agradecer que dedique una página entera a reseñar un álbum, ¡me gustaría leerle más!- y certifica la relevancia de N.V. como, probablemente, el personaje más importante que ha dado la música española en lo que llevamos de siglo. Mi opinión ultrarresumida sobre el disco está expresada en esta crítica para Rolling Stone, a la que me gustaría añadir la entrevista publicada en La Luna de Metrópoli. Debo reconocer que admiro profundamente, respeto y también me intimida un tanto la figura de Nacho Vegas, sentimiento que tal vez tenga algo de compartido. Esa especie de nerviosismo tímido es el que me hace sentir que, de todas las veces que he tenido la oportunidad (que creo que ha sido con prácticamente todos sus álbumes desde "Cajas de música difíciles de parar", incluyendo el disco con Bunbury, el compartido con Christina Rosenvinge y el de Lucas 15) nunca he conseguido una entrevista suficientemente buena con él, una de la que me sintiese satisfecho al 100% o de la que creyese que le había sacado todo el partido que le podría haber extraído. Puede que sea sólo una impresión personal basada en algo más ambicioso, en la potencialidad de conseguir "la entrevista definitiva de Nacho Vegas" y la frustración de no acercarme a ello ni con la punta de los dedos. Ésta última tampoco lo fue.
Eso sí. Al hilo del tema de moda de la temporada, últimamente me acordé bastante de los primeros contactos con Nacho, cuando ambos colaborábamos en Ladinamo (precisamente para la extinta revista escribí mi primer texto sobre él, una crítica del "Cajas de música") y la trayectoria coherente que en este aspecto él siempre ha mantenido y que se expresa, sin ir más lejos, en su implicación en la Fundación Robo. De un encuentro fortuito -en una fiesta de Rockdelux en Madrid, precisamente- recuerdo con sonrojo y agrado cuando me comentó que mi reseña de "El manifiesto desastre" había sido la crítica negativa que más le había gustado y que había pensado en ello. En verdad, es un disco que, como todos los suyos, me gusta, pero sí es cierto que hice mucho hincapié en la sobreexplotación del malditismo, ese rollo fatalista cortavenas entre lo sentimental y las adicciones que me parecía un callejón sin salida al que él ya no podía aportar más. Por eso me sigue pareciendo su disco más flojo, o el menos inspirado... aunque luego demostró que podía reincidir en el tema con alta genialidad con "La gran broma final": probablemente la mejor canción que ha escrito y que, por qué no, podía ser realmente su gran canción final sobre el tema. Así me gusta verlo y así me congratulé de la etapa "social" iniciada con Cómo hacer crac.
Sirva todo este rollo para ir a lo que iba: introducir las escenas
eliminadas, la parte de la entrevista que se quedó sin publicar por temas de espacio y que ahora comparto con vosotros.
Con la Fundación Robo hiciste varios conciertos donde ya estaban Joseba Irazoki y Mursego, que colaboran de modos diferentes en el álbum...
A Joseba Irazoki lo conocí en Tolosa cuando fuimos a grabar la versión de “Esta tierra es nuestra” de Woody Guthrie, y ahora forma parte de la banda. A Maite la conocía de antes, pero en los conciertos de Fundación Robo yo ya tocaba "Matar vampiros" y ella hacía la presentación en euskera. Digamos que este último año lo que más hice fueron cosas con Fundación Robo y eso ha influido en la génesis del disco y en toda la manera de hacerlo.
Me parecen muy relevantes las apariciones del Coro del Patio Maravillas. Da la sensación de que encarna una especie de voz colectiva frente al “pornoindividualismo”, por poner un término que tú mismo acuñas en un momento del disco. También me recuerda aquella pancarta de “Este coro mata fascistas” que utilizabais en los conciertos de Fundación Robo. ¿Había una voluntad clara de manifestar esto?
Sí, de hecho una de las frases que canta el coro está extraída de un comunicado del Patio Maravillas que decía: “Nos quieren en soledad, nos tendrán en común”, y en “Polvorado” la intención también es esa, que sea una voz colectiva. Es la única manera de hacer canciones de celebración, no que pertenezcan a un tío que está cantando sus movidas mentales sino que apelen a algo, a un sentimiento de comunidad, y con un coro así como el del Patio Maravillas creo que queda más especificado esto. Claro que tiene relación con lo de “este coro mata fascistas”. Éste está en Madrid, pero nos gustaría reclutar diferentes coros en todas las ciudades, que cante mejor o peor, pero que quien quiera subirse que se suba.
Hay como la plasmación de una relación amor-odio con tu ciudad, representada en "Matar vampiros" y "Luz de agosto en Gijón", sobre todo.
Gijón aparecía mucho en mi primer disco porque casi no había salido de allí, sólo cuando había tocado en Manta Ray y poco más. Luego pasé mucho tiempo en Madrid, Gijón fue desapareciendo un poco de mis discos, pero estos últimos años volví a pasar mucho tiempo allí y además ya he decidido que quiero quedarme a vivir en esa ciudad, así que está más presente que en otros álbumes. Es una relación de amor puro y duro, no es un amor romántico sino real, auténtico, como las relaciones de amor que intento que haya en algunas canciones. Real y con sus problemas y muy imperfecto. Y Madrid también me gusta, ¿eh? Aún aprovecho para venir de vez en cuando porque tengo muchos amigos aquí, pero no acabo de echarla de menos tanto.
Algo que me llamó la atención en tus dos últimas giras es que ya no tocabas muchos de los temas emblemáticos de tus primeros álbumes, como "El salitre" o "En la sed mortal". ¿Reniegas de ellos con la distancia, te da más pudor cantarlos, te cansaste o hay otros motivos?
No reniego. "En la sed mortal" es una canción que toqué desde el principio, en la primera gira que hice. Fue la primera que presenté en directo de "Cajas de música" y me la pidieron tanto, la estiré tanto, que hubo un momento en que si que necesité que tenía que dejar de tocarla. Y "El salitre" también. Las últimas veces que la toqué la reescribí porque hay una cosa que no me gusta de esa canción, creo que le sobran cosas. A lo mejor la retomo. Hay canciones que no es que reniegue de ellas pero sí que pienso que hay que dejarlas descansar, volver a pensarlas y reescribirlas. Creo que la música tiene esa cosa buena, esa posibilidad, porque tú cambias y también puede cambiar el tema. Al planterme la gira nueva me apetecía retomar canciones que hace tiempo que no toco... Y también hay cosas de los dos primeros discos que no me gustan, canciones que me parecen sonrojantes. Cuando reniego de algo mucho, si un tema me parece horrible lo dejo de tocar, pero si es algún aspecto de él lo que no me gusta, entonces lo cambio.
El libro de Carlos Prieto sobre "Cajas de música", ¿te ha servido para algo, quizás para verte mejor en perspectiva, para dar carpetazo a esa época?, ¿ha sido como un exorcismo?
Esa era la duda que tenía yo cuando me propusieron hacerlo, pero te diría que no ha sido ninguna de esas cosas. A mí me apetecía que lo hiciera Carlos porque lo conozco de hace mucho tiempo, no somos íntimos, aunque sí un poco más amigos después del libro, pero él tampoco me seguía especialmente y me gustaba que tuviera esa distancia. A mí no me apetecía que se hiciera un libro de "Cajas de música", no es el disco que más me gusta ni me apetecía volver a aquella época, pero sí que lo hiciera Carlos. Una vez que nos vimos nos dimos cuenta de que ni a él le apetecía escribir un libro sobre mi disco ni a mí tampoco, así que hablamos de lo que queríamos los dos, de todo lo que rodeaba al contexto de aquella época, de lo que pasaba en Asturias en la escena indie y todo aquello. Eso sí que me gustó verlo, y me ayudó a comprender que de todo aquello viene lo que hago ahora, y para mí fue lo más chulo de hacerlo. Y el álbum en realidad no me da miedo enfrentarme a él. Cada vez que voy a empezar una gira hago el ejercicio, que me cuesta un poco, de escuchar mis discos para elegir repertorio, así que inevitablemente tengo que volver a ello. Eso no fue ningún shock porque sé lo que me gusta y lo que no de aquella época.
Tienes ya una banda bastante consolidada, aunque Xel Pereda ha sido sustituido por Joseba Irazoki. ¿Qué aporta él al grupo?
Pues… es buenísimo Joseba, no sé, un genio, tío. Yo tenía miedo de echar de menos a Xel, porque es uno de mis músicos favoritos, pero es que Joseba tiene algo muy parecido a él, que es algo muy difícil. Manejan códigos parecidos con una guitarra eléctrica pero también con un banjo o una mandolina, los códigos de la música más tradicional, y sobre todo en la grabación tenía miedo de que no se soltara, pero dejándole hacer lo que le dio la gana la verdad es que me sorprendió. Ya tengo muchísimas ganas de tocar con él. A ver si podemos, porque está a mil cosas, pero creo que va a ser alguien importantísimo en la banda.
De tu grupo en directo y técnicos también surgió León Benavente, que está en plena eclosión ahora mismo. ¿Temes que te lleguen a eclipsar?
No, no. De momento hay tiempo para todos, estoy súper orgulloso de ellos por lo que me toca, y como se conocieron todos tocando conmigo me hizo ilusión ver que les va tan bien. Nos llevamos tan bien todos que me parece imposible que sucedan esas cosas. Si dentro de tres años tengo que telonearles yo a ellos, menos responsabilidad para mí y ya está.
¿Cómo surgió la colaboración con Javier Mas, guitarrista de directo de Leonard Cohen en los últimos años, en "Runrún"? Lo conocí en un homenaje a Cohen organizado por Alberto Manzano en el que yo iba a participar, una gira de la que me echaron porque había unos ensayos en los que no aparecí. El caso es que ahí le conocí y cuando le dieron el Príncipe de Asturias a Cohen él estuvo en Gijón un par de días y estuvimos en contacto. Es un encanto de hombre, así que me atreví a llamarle, estaba justo de gira con éste por Australia pero se pasó un momento a grabar. No fue una colaboración sino que, por las circunstancias, él se pasó cuando ya estábamos mezclando a última hora. Él no quiso lucirse en realidad, porque yo quería que hiciera algo como solista pero él hizo una cosa como medio rítmica. Quedó ahí pero, bueno, le da mucho rollo a la canción.
Has tocado bastante por Latinoamérica, en México, y el año pasado en Argentina. ¿Cómo se te percibe en esos países?
Pues no sé. El público es muy diferente pero no creo que me perciba de modo distinto. Tienen una actitud diferente a la europea con respecto a la música popular, son más apasionados, sienten más respeto y está más arraigada. Hay menos prejuicios y tienen menos reparos a la hora de mostrar entusiasmo, sentimientos o algo. Son muy escandalosos pero, en el fondo, mucho más respetuosos que el público de aquí. Sobre todo esta cosa en el mundo indie, tú lo sabrás, de estar en un concierto y formar parte de un público que está como analizándolo en plan sesudo y esta cosa. Fui bastante a México gracias al disco que hice con Bunbury, sobre todo al DF y un par de veces a Guadalajara y a Monterrey. Me estoy haciendo aún una idea, pero cada vez que voy allí me sorprende más.