Entrevista a Lisa Gerrard (Dead Can Dance)
¿Cómo va esta gira?
Está yendo realmente bien. Los cinco meses en America fueron realmente apasionantes. Tocando las nuevas canciones nos sentimos realmente excitados, porque muchas de las composiciones antiguas parecen finalizadas ya y las nuevas todavía están creciendo un poco. Es maravilloso ver cómo van evolucionando en cada concierto. Es importante la forma en que utilizas el escenario en varias de las piezas también. Aunque suenan finalizadas en el disco, es importante que tengan la puerta abierta para explorar la naturaleza orgánica del proceso, que es lo que el escenario trae. El público nos está recibiendo de forma extraordinaria, estamos muy muy sorprendidos por la reacción, es una historia de amor tan grande…
¿Es cierto que estáis probando material nuevo?
Esperamos grabar
algo próximamente, ya que el tour es muy largo y nos gustaría no seguir tocando las
mismas canciones dentro de siete meses. Estamos creando cosas en la carretera,
hacemos algunas piezas experimentales en vivo y esperamos que éstas se vayan
desarrollando.
En los últimos años se han reunido un montón de bandas, tanto de vuestra generación como anteriores o posteriores. ¿Cuál fue vuestra motivación para regresar a los escenarios en 2005?
Bueno, tú sabes, Brendan (Perry) y yo tenemos toda una historia de tormentas
eléctricas surgidas entre nosotros, que se han producido usualmente no cuando
utilizamos la energía creativa de un modo positivo, sino que nacieron de la
frustración o de no tener un entendimiento mutuo. Eso llevó a producir
problemas que nos llevaron a no querer trabajar juntos. Todo eso viene
sucediendo desde que teníamos 17 años, pero hace unos años nos encontramos en
Australia y volvimos a hablar sobre trabajar juntos. Realmente sentimos una
conexión muy fuerte de nuevo. De todos modos, ha habido problemas pero siempre
hemos seguido siendo muy amigos, de una forma muy estrecha. Hemos vivido mucho
juntos, nos conocemos desde hace 32 años, es mucho tiempo. Tenía que haber algo
que necesitásemos hacer, así que decidimos intentarlo, empezamos a mandarnos
archivos, yo fui a Irlanda tres meses, trabajamos juntos y por separado y nos
ha salido una obra muy especial, porque explora ritmos y colores mediterráneos
y también arabescos, también es muy tradicional en el sentido de la forma de la
canción, en piezas muy sofisticadas y únicas pero también con letras con un
sentido muy poético, fue muy desafiante a la hora de juntar esos ritmos, voces
y armonías, ya que estamos demasiado acostumbrados a la monocultura de la
música occidental, que me parece un poco aburrida. Puedo ver también el hilo
continuo desde el principio, sigue ahí bastante fuerte. Me gusta que la gente
pueda tocar la magia de esa línea, de esa continuidad. Aunque quisiésemos
corromperla no podríamos.
¿Habéis seguido vuestras respectivas carreras en solitario?
Por
supuesto. Estuvimos sin hablar casi seis años pero cuando lo hicimos él me dijo:
“has hecho esto y has hecho esto otro”. Yo también era muy curiosa con lo que
él ha hecho en solitario, lo he escuchado todo. En la distancia ambos hemos
mantenido un interés muy activo en el trabajo del otro. Hay una conexión
curiosa que es muy profunda, de algún modo tienes que escribir para conocer.
Nos movimos a Londres cuando teníamos 19 años, vivíamos en condiciones muy
humildes, pero teníamos una biblioteca fantástica a la que podíamos acceder,
libros interesantes de literatura y arte, y pudimos ir a la universidad desde
nuestro pequeño apartamento, dedicarnos a la música y crecer desde ahí. Nos
contrató una compañía, así que pudimos hacer algo de dinero para comprar
equipo, hacer conciertos… Lentamente nos movimos desde ahí, pero en realidad
nos llevó 9 años.
¿Es mejor ahora Dead Can
Dance o echas de menos la inocenia y la urgencia de los inicios?
No creo que la inocencia se
haya ido. Puede que nos hayamos vuelto más sofisticados en las vestiduras, que
son más caras. Creo que lo que hace que el trabajo siga siendo excitante es la
facultad de seguir amando esto. Puedes ver la diferencia entre la gente que ama
lo que hace y la que no, que simplemente está ahí por el negocio, el dinero o
la fama, los que no tienen un alma artística. Eso es lo que nosotros buscamos
ver y encorajinar. Ahora, a pesar de que internet está cada vez más extendido,
cada vez es más difícil sacar tu música ahí afuera, así que nos tendremos que
acostumbrar a que los conciertos sean cada vez más pequeños. No lo hagas por
querer ser famoso o reconocido, sino porque sea parte de tu vida. No vayas a
por ello si no es lo suficientemente fuerte, sino búscate otra cosa. Para
nosotros es nuestro camino de vida y un viaje filosófico, de donde viene
nuestro aprendizaje, aprender a ser humilde, a trabajar duro, centrarse en algo
y querer ser excelente. Y eso creo que está desapareciendo del mundo, porque la
gente ya no puede encontrar una labor artística a la que dedicar toda su vida,
volverse apasionados y comprometidos, encontrarse satisfechos y compartir.
Viviste en España durante una temporada, ¿no?
Sí, durante tres años, cuando
hice la película con Agustí Villaronga (n del a: se refiere a "El niño de la luna", donde también interpretó un papel). Hicimos la banda sonora. Fue una gran
época e hice amigos muy especiales. Siempre que venimos a tocar por aquí vienen
a verme. Tuve experiencias muy fuertes y emocionales, por cosas que estaban
sucediéndome en aquella época, mi vida estaba cambiando mucho. Intenté quedarme
en Barcelona cuando estaba embarazada, estaba esperando a mi hija, pero una de
las enfermeras me dijo “vuelve a tu casa, necesitas estar con tu familia
ahora”. Me dio ese consejo, no recuerdo ahora su nombre, pero tenía mucha razón
(risas).
Dead Can Dance siempre ha parecido un refugio del mundo exterior
construido desde vuestras propias reglas. Es como si llevaseis estos 30 años liderando una especie de cruzada contra la mediocridad.
Tengo que sentirme inspirada
por algo, y no lo voy a hacer yendo de compras, no voy a encontrar
inspiración poética ahí. Parece que estos días todo tiene que ver con el
consumismo y con comprar y vender. Yo quiero mantener vivas cosas que puedas
atrapar y sentir, oler y abrazar, con las que tengas una conexión física. Eso
es lo que parece suceder con la música que amo, el sentido de comunidad y de
amistad cruzando tradiciones y culturas, conectando el espíritu humano y el
alma, que es algo muy inocente. Necesito hacer esto y… pues sí, es una cruzada
contra la mediocridad, porque sino se vuelve todo tan sofocado que te
aburre en esta horrible y fea monocultura de plástico, en sistemas que niegan a la gente sus propiedades más esenciales y verdaderas: su familia, sus tradiciones, su pasado, sus sentimientos y pensamientos más
profundos, los lugares de la privacidad donde crecieron... Parece que
constantemente se están invadiendo esas áreas, con el teléfono móvil, los
ordenadores... Sé que los necesitamos y todas esas cosas pero, vamos, tomemos un
descanso. Yo necesito hacerlo porque sino me mataría, es demasiado deprimente.
No me dan más tiempo. Un placer haber hablado contigo, Lisa.
Muchas gracias, darling. Ha sido un placer.
(Entrevista realizada por teléfono el pasado 13 de septiembre y utilizada en la pieza publicada ayer en La Luna de Metrópoli con el título "Resurrección contra la mediocridad").
www.deadcandance.com