Monopoly
Según Cristina Villanueva (de quien siempre me creo lo que dice), se acaban de cumplir 70 años de la invención del Monopoly. El juego, creado en plena depresión estadounidense y en el período entreguerras, hizo paradójicamente multimillonarios a sus inventores. Es obvio, que en un momento crítico como aquel (aún se creía en revoluciones comunistas, el capitalismo estaba en su mayor crisis histórica), el Monopoly fue una ocurrente idea para adiestrar a los pequeños en las bondades del libre mercado. Con la tele aún por desarrollar, el cine lejos del poder adquisitivo del bolsillo medio y los videojuegos mucho más lejos de ser inventados todavía, un juego de mesa podía ser el arma del futuro. La misma lectura (obvia,repito) fue la que tuvo mi padre cuando le pedí a los reyes mi primer Monopoly: "Èste es un juego capitalista", decía con sorna al resto de miembros de mi familia dando por supuesto que yo ni me enteraba (je). Pero él no suponía que mi tremendo entusiasmo ante el juego (para siempre, mi favorito de entre todos los juegos de mesa) estaba empañado por un descomunal cinismo. Ahora, psicoanalizándome con el tiempo, creo que era como jugar con muñecas: verte en la piel del otro, sentir cómo sería jugar a juegos de niñas y desafiar lo que se presupone de ti o, en este caso, experimentar cómo sería comprar hoteles y arruinar a tu contrincante a sabiendas de que en la vida real eso nunca lo iba a vivir. Debo introducir un importante matiz ahora: en realidad, no pedí el Monopoly sino una imitación llamada Superpoly, entre cuyas lucideces se incluía la de introducir calles de Bilbao, Valencia y Barcelona, no como la centralista versión oficial. Imitaciones posteriores, tipo La Ruta Del Tesoro (o algo así), nunca me hicieron especial gracia.
Podría meterme en miles de cuestiones: en quién no ha fantaseado nunca con irse a un sitio a pagar con billetes del Monopoly o, directamente, con quemar los susodichos billetes. Qué chaval de provincias no se familiarizó con las calles de la capital gracias al juego. Quién no ha hecho nunca la típica broma de "vuelva a la casilla de salida", etc. Pero me aburre pensar en eso. Prefiero señalar mi reflexión principal de todo esto: que el famoso mito de los peligros de la socialización perversa mediante los juegos es completamente falso. Yo fui un fan del Monopoly, jugué con pistolas, tanques y metralletas, con los juguetes más violentos y sexistas de la época, a polis y cacos, a indios y vaqueros... viví mi primera infancia con los vestigios del tardofranquismo y, en fin: nadie me prohibió nunca nada. O la socialización fracasó conmigo o los guardianes defensores de la infancia deberían callarse la boca de una puta vez.
Canción del día: "You're In A Bad Way" (Saint Etienne)
Frase del día: "Me he pasado el 90% de mi vida delante de un ordenador" (Chris Cunningham)
Famosos avistados: Fernando León de Aranoa (Calle Santa Isabel), Xosé Ramón Barreiro (Cibeles)
2 Comments:
joder!, asi has salido de raritp.
Hombre, de haberlo sabido hace 7-8 años aún nos hubiesemos echado una partidita con la edición London, jeje. Hace algún tiempo estuve jugando a una versión del Monopoly para Game Boy Advance, y fue divertido, aunque claro jugar contra la máquina, como decía el otro, "no es lo mismo que es distinto". Por cierto, en Barcelona el juego de mesa era y seguirá siendo, supongo, con las calles de la capital catalana.
Sobre las "hazañas" de algunos pretendidos defensores de la infancia, nada como recordar algunos de sus "éxitos", por ejemplo, finales de los años 70 cuando consiguieron que TVE retirara "Mazinger Z" de su programación, con los mismos y muy aburridos discursitos morales que luego han seguido propinando. El archivo del diario El País deja entrever algunas joyas de la época al respecto.
Para lo de Xosé Ramón Barreiro, como "famoso avistado", no tengo palabras.
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