lunes, octubre 20, 2008

"Kill Your Idols", de S.A. Crary. La Edad de Oro del under-underground neoyorquino

Hasta este jueves se puede ver libremente en pitchfork.tv el documental "Kill Your Idols", original de 2004 y dedicado a dos momentos bien diferentes de la escena underground neoyorquina: el de finales de los 70-comienzos de los 80 y el de comienzos de los 2000.

Scott Crary pasa de otros contemporáneos más reconocidos por públicos más amplios (Ramones, Television, Blondie, Patti Smith, Talking Heads) y decide centrarse en la escena conocida como 'No Wave', una forma extrema de creación subterránea al punk y que buscaba una expresión completamente libre, sin agarrarse a ninguna referencia previa. Glenn Branca lo define muy bien en la peli al decir que incluso el punk bebía del blues y que ellos querían evitar ese tipo de filiaciones, crear de la nada. Hay ausencias evidentes entre la pluralidad de voces que se intercalan, como puedan ser James Chance o John Lurie, pero, en general, en ese comienzo se va explicando bastante bien en qué consistió aquello: el éxodo de gente con inquietudes creativas que se iba a Nueva York y la relación de ese entorno insomne y lumpen (Michael Gira, de The Swans, introduce muy oportunamente la referencia de "Taxi Driver"), en relación con una sub-escena que se podía dar con un canto en los dientes si un día hacían una mención a algo de ello en el Village Voice.

Entre algunas imágenes de conciertos, brevísimas pero muy definitorias, se van sucediendo los testimonios de Martin Rev (Suicide), Arto Lyndsay, Lydia Lunch, J.G. Thirlwell o, mi favorito, un Jim Sclavunos (actual compinche de Nick Cave) que narra con una hilaridad entrañable su doble iniciación en Teenage Jesus & The Jerks: como músico y como hombre, al ser desflorado por la Lunch y, posteriormente, tenerle que oír que ella estaba muy interesada en la cirugía cerebral.

Hay un salto hasta 1982, básicamente utilizado para introducir a Sonic Youth y dejar que Thurston Moore y Lee Ranaldo den su opinión sobre el tema (también Gira y Thirlwell). Pero lo realmente interesante es cuando da un nuevo salto hasta el tiempo presente (2002, que es cuando se rodó) e intenta establecer una comparativa entre aquellos y sus supuestos sucesores. Entonces vemos que, frente al discurso reflexivo y esa contemplación del pasado por parte de los veteranos, los nuevos artistas (The Yeah Yeah Yeahs, Liars, Gogol Bordello, Black Dice, ARE Weapons) hablan del presente de un modo más atropellado y superficial, a veces arrogantemente indolente. Visto el documental seis años después, la comprobación de que artistas como ARE Weapons se quedaron en flor de un día sin apenas obtener notoriedad refuerza la idea de la frugalidad de esa segunda escena. Una excepción es Eugene Hutz (Gogol Bordello), aunque su actitud más cercana al punk multicultural, combativo y sin ironía, sólo entronque muy tangencialmente con sus compañeros de documental. Hutz está muchísimo más cerca de Joe Strummer (o Manu Chao) que de Suicide.

Ya me habían advertido de eso y es cierto: Karen O y Nick Zinner (Yeah Yeah Yeahs) quedan como unos pijos tontainas tanto por sus declaraciones como por las de los demás, pero ellos mismos revelan el dato que supondrá el cambio de paradigma decisivo: el día que 40.000 personas les vieron en Roskilde. Sobre ese tipo de cosas (además de la música para anuncios o la absorción por parte de la industria y toda la cultura corporativa de este "nuevo underground fashion") girarán los útimos minutos donde, ante la indefensión (o la propia autoincapacidad para defenderse) de los vástagos, los padres del movimiento se despachan a gusto. Especialmente radical al respecto se posiciona Lydia Lunch. "No hay nada importante en lo que están haciendo" es una de sus opiniones más suaves, y también es hábil al aplicar a esta música el término "gentrification", como el fenómeno urbano en que los barrios más deprimidos fueron reconvertidos (y encarecidos) para albergar a una nueva burguesía bohemia. El propio James Chance, en una entrevista previa, me confirmaba la idea de que, si en el Nueva York de su generación, la gente iba allí realmente a buscarse la vida y tenía que lidiar con la pobreza y la delincuencia, ahora quien va es gente de pelas con inquietudes creativas. Evidentemente, todo el peso de la nostalgia tiene bastante peso desde dos ópticas: ¿Están haciendo un ejercicio nostálgico los jóvenes artistas al retomar cosas hechas por ídolos de hace 25 años? ¿Son nostálgicos los viejos al afirmar tan vehementemente que su generación fue mejor?

El documental me da que pensar en otras cosas. Fuera del ámbito estrictamente musical, ¿qué impacto tuvo esa sub-escena underground sobre la gente, si lo tuvo sobre alguien?, ¿cómo se relacionaba con el escalafón inmediatamente superior: el de Ramones y Patti Smith? o, desde una reflexión más profunda: el hecho de crear desde la nada y de una forma tan aventurada y arriesgada, sin importar un bledo el impacto, éxito, reconocimiento, etc., ¿es suficiente para ser visto como un valor en sí mismo? Y, al contrario, ¿es la búsqueda del éxito, el interés por llegar a la gente, un valor negativo per se?

Canción del día: "The Tears And Music Of Love" (Deerhoof)


Frase del día: "¡No me extraña que los hombres peguen y maten a las mujeres!" (una señora en la cola del supermercado después de que otra señora no la dejase pasar delante porque ella llevaba un solo producto).