lunes, abril 14, 2008

Decálogo del Rock 1.0., por Tito Lesende

Estimados amigos:
Estoy convencido de que todos venimos al mundo con una misión, y también de que pocos tenemos la suerte de saberlo antes del gran apagón final. En una conversación, en principio, trivial con mi amigo (y admirado) Rubén Pozo, advertí la epifanía y tomé consciencia de mi papel. Supe, de inmediato, que había nacido para escribir el Decálogo del Rock. Como véis, no bromeo.
Mi misión arrancó oficialmente ayer, en el mismo momento en que entregué a Rubén el primer borrador, este que os adjunto para vuestro uso. Se trata de un documento vivo, del cual esta es apenas la versión 1.0.
Poco antes de encontrarme con Rubén, entré en un Carrefour a comprarme Machine Head, de Deep Purple, en formato CD para el coche. Es obvio que todos lo tenemos en vinilo. Pues bien: no estaba. Ni ese ni ningún otro disco de Deep Purple previo a su etapa con Steve Morse, guitarrista impaciente donde los haya. Mi teoría: mientras nos distraen con el calentamiento global, no nos damos cuenta de que los pilares del rock se desmoronan.
Así las cosas y contando con vuestra complicidad, os derivo este manual de procedimiento (insisto: provisional) para que lo apliquéis, mejoréis o divulguéis a gusto. Estamos hablando de un asunto serio y la implicación de todos/as es fundamental. La preservación del Rock es tarea urgente y vosotros podéis hacerlo, chicos. Si estas Tablas sirviesen para ayudaros aun mínimamente en este noble fin, mi misión estaría cumplida.
Abrazos. TL.

DECÁLOGO DEL ROCK

Un informe de Tito Lesende

Un impacto lo han tenido muchos, pero mantenerse en la cima del rock no es tarea fácil. ¿Cuántos grupetes hemos conocido que se han ido al garete por no saber proyectar su propia leyenda? ¿Cuántas carreras hemos visto truncadas por salir de gira con dos trailers en lugar de tres? En el rock, ninguna cuestión es baladí.

A continuación, una serie de experiencias -no homologadas- recopiladas por un observador implicado en aras de la preservación del rock.

1. La dieta. Algunos roqueros ilustres han sobrevivido a sus primeras giras con pan, queso de barra y aspirinas. Cuando hay hambre, la droga y el vino acaban con la comezón. Desconfía de un roquero gordo: algo esconderá. Desde siempre, la libertad es bohemia, descontrol y provisionalidad. Artista bien mantenido: artista vendido. El rock y el sofá son incompatibles; y el nomadismo, que se sepa, no cunde en las carnes. No es lo mismo que te caiga el pantalón porque estás flaco (mola) o porque la barriga lo empuja hacia abajo (no mola). Luego, es cierto que también hay algo mágico en esto. Porque, ¿nos imaginamos a Steven Tyler comiendo fritos, hamburguesas encebolladas y burritos untados de mantequilla? Sí. Pero, ¿nos lo imaginamos engordando? No. Carlos Tarque ha dicho que la barriguita es la muerte del rock. Pues eso.

2. EL ORNATO. El ciudadano roquero ilustre se debe a sus fans y por ellos se “matiza”. Dentro del ornato del rock se contemplan, entre otros:

a) el ahuecado capilar, que provoca un aspecto cuidadosamente desaliñado a la vez que una cabellera más frondosa.

b) las cazadoras, chaquetones de piel u otros abrigos, han de llevarse ajustados. Aunque no abrochen los botones. De hecho, se desaconseja abrocharse el abrigo; el buen hijo del rock no tiene miedo al frío.

c) No importa si es pitillo o campana: el pantalón, ceñido al muslo y marcando paquete. Las primeras filas hay que trabajarlas.

d) Joyas recomendadas: gafas grandes estilo teniente Cobretti; cinturón ostentoso (que siempre ha de quedar a la vista); pendientes de aro o colgantes (pueden llevar plumas, si el usuario se atreve); y un anillo con pedrusco o motivo tipo calavera que se vea a distancia pero no entorpezca el arte guitarrero. Con la joyería y los cubatas, el éxito está en lograr la medida justa. Los indies van sosos. Los rappers, sobrecargados. La estrella del rock, elegante pero bohemia, sabe estar en el justo medio. ¡Ojo!: NO a los anillos de compromiso (son para los músicos de orquesta) y NO a la pulsera de hilo (es para los abogados enrollados y otros profesionales liberales con currículum de ex activista universitario).


3. La ilustración. Lo dijo Johnny Winter: “Soy un hombre ilustrado; tengo tatús por todas partes”. Un tatuaje pequeñito no hace a un roquero. Eso, para chonis de fin de semana. El grabado en exceso tampoco se aconseja: o eres Johnny Winter o parecerás un roadie de grupo hardcore. El roquero es sensato y sabe que el glamour siempre está en la ostentación moderada. A la hora de escoger motivos, evitar cadenas, palomas, sirenas o chicas desnudas, cruces, anclas, alambre de espino o medias lunas en la onda camaronesca. También evitar delfines, a riesgo de que te confundan con estudiante Erasmus emancipada en Barcelona. Las letras japonesas están un poco vistas (mejor las góticas, que no pasan de moda); los corazones, que son un clásico, hay que llevarlos con carácter o prescindir de ellos.

4. Los horarios. La gente del rock vive de noche porque es especial. Eso, para empezar. De noche, la gente normal duerme. El roquero no es gente normal ni debería serlo. Nadie se ha encontrado nunca a Mick Jagger o a Robe Iniesta haciendo cola en el banco a las 9 de la mañana. Ellos, y la gente como ellos, no saben que hay autobuses, mercados, oficinas del consumidor y funcionarios. Viven, en su inconsciencia, felices y transpiran emociones más puras que amenizan nuestra propia existencia gris y estandarizada.

5. El transporte. La carretera es la casa del músico. Partiendo de este axioma, ha de considerarse siempre el autobús de gira como domicilio particular/comunal principal. El avión es un medio más aburguesado (y muy coñazo) al que sólo se saca partido de dos maneras: a) estrellándose con él míticamente, a la manera de Buddy Holly, Otis Redding o Randy Rhoads, entre otros iconos. b) montando un pollo onda Melendi, brindando por la buena salud del rock. Para todo lo demás, mejor el autobús, los restaurantes de carretera y, en general, la ruta mesetaria del chicle americano. El vehículo ha de llevar (por la incompatibilidad del rock y la luz diurna) lunas tintadas, que deberían ser Ray-Ban -por pura coherencia- pero que normalmente no lo son. También ha de estar bien surtido de material de primera necesidad: DVD con BlueRay y 5.1; tecnología punta y joysticks suficientes para “jugones”; radiocasete (en la autopista, nada suena mejor que las cintas); y papeleras amplias con bolsa de plástico para cubrir contingencias. Opcional: alguna revista guarra que el conductor deberá esconder en algún lugar visible. Para las primeras giras, el autobús puede (y debe) ser convalidado por la furgoneta tuneada.

6. El equipaje. La gente, que no es tonta, sabe que el montaje de un concierto se compone de: a) el propio grupo/artista; y b) el escenario y demás logística. El apartado “b” va encapsulado en camiones o trailers –esto también lo sabe la gente-, no siendo importantes sus dimensiones, tara, autonomía de depósito o número de ejes, sino la cantidad de vehículos. Más tiran dos tetas que dos carretas; por eso, en el rock, es importante contar, siempre que se pueda, con un número de carretas superior a dos. Aplicado a la práctica periodística: dos trailers son suficientes; tres trailers hacen un titular.

7. Los vátios. No importa si son 20.000 W o 450.000 W. Mencionar los vátios es garantía de éxito: la potencia eléctrica impresiona. Tú anuncias así un concierto: “80.000 W de puro rock” y la basca dirá: “Buah, tío, va a ser la caña”. Lo mismo con la prensa; los diarios gratuitos, en especial, tardarán poco en sacar un informe estadístico comparativo con los vátios utilizados en tu concierto de rock y cuántas bombillas se encenderían con ellos, obteniendo finalmente un titular tipo: “El concierto de Los Kíes Guays iluminaría 7,4 veces el estadio Bernabeu”.

8. El camerino. Es la sacristía del músico de rock. Desde mucho antes de los Who y los Stones, lo que acontece en ese lugar sagrado separa a los hombres de los niños. Del lema “sexo, drogas y rock & roll”, la parte que toca al camerino es todo menos el rock & roll (para eso nos reservamos el escenario). Como el intercambio carnal y la estimulación asistida no son materias obligatorias, el buen hijo del rock ha de cuidar su mala reputación por la vía de la extravagancia. Un ejemplo: pedimos una habitación rosa fucsia sin ventanas pero con un piano de media cola (Steinway & Sons; nada de Yamaha), agua Evian (luego bebemos la del grifo, que es la que nos mola), cerveza estándar (ahí no vamos a ponernos con coñas), güisky Jack Daniel’s (para la foto del meet’n’greet), infusiones y herboristería fina (para la resaca), surtido de golosinas y panchitos (para los nervios), sandwiches de mortadela (que nos comeremos en un momento u otro) y la cesta de fruta, esa vieja amiga (que no nos comeremos, pero da colorcillo al bodegón). A esto hay que añadir alguna cláusula pintoresca (unas flores que sólo crecen en la baja Serbia; entradas concertadas para el Museo del Bogavante, aunque luego no vayamos; etcétera), chabacana (un CD de música folclórica local; un asiento para ver el fútbol en tribuna, etcétera) o, directamente, antipática (que nadie se dirija al artista si él no le habla primero; que sólo nuestro equipo tenga acceso al backstage hasta que el grupo haya sido desalojado, etcétera). Todas estas cosas, la mayoría accesorias, serán las que luego hagan que el periódico local nos dedique una columnita o bien un reportaje a doble página con editorial.

9. Las chicas. Es fundamental imprimir unos pases backstage para chicas y otros invitados ocasionales. Fundamentalmente, más chicas. Algunos grandes del rímel-rock peludo (de Kiss a Def Leppard, Bon Jovi o Van Halen) reparten pases “a dedo” entre las chicas guapas (o rubias, al menos) de las primeras filas, estén o no acompañadas de fornido maromo. Luego, en la mayoría de los casos las chicas se limitan a entrar y obtener una baqueta firmada de serie o bien un botellín de agua templadilla, y el roadie las despide en unos minutos. Nada de chupar pollas. Nada de introducir pescado por la vagina. Pero la leyenda está ahí y la cosa es mantenerla.

10. La leyenda urbana. Ninguna banda de rock ha logrado fama mundial sin hacerse acompañar por una leyenda urbana de dimensiones igualmente planetarias. Los Beatles y los porros del palacio de Buckingham. Los Beatles y la no-muerte de McCartney. La no-muerte y el no-sida de Bosé. Los Stones y la muerte de Brian Jones. Keith y las transfusiones. Kiss y los comics impresos con sangre. Jimmy Page y el satanismo. David Bowie y la sodomía con Jagger. Ozzy y la paloma decapitada. Y así hasta el infinito. ¿Conoció realmente Robert Johnson al Diablo? Lo importante es la duda. El misterio fortalece cualquier relación intensa; tras él, sólo nos queda el cariño. Un grupo de rock debe, por convenio no escrito, tener misterios para sus fans. Si las leyendas urbanas clásicas se propagaban por la falta de información, hoy podemos utilizar con estos fines el actual e incontrolable exceso de la misma. Por ejemplo: entramos en cualquier foro de nuestro grupo en internet y decimos que hemos sabido que el cantante duerme en un ataúd, que su padre es un conocido político español (esto no vale para La Oreja de Van Gogh) y que, además, le han injertado músculo en el pene.


8 Comments:

Anonymous Anónimo said...

brutal.

12:08 a. m.  
Blogger Malicia Cool said...

vata tío más machista y más tarra; david, tú escribes en El Mundo, no? ¿conoces a bellver, gómez, lenin, etc.? ¿dónde te podemos mandar un disco nuestro?

alicia XX

9:02 a. m.  
Blogger David said...

Sí, puedes enviarlo a la dirección de El Mundo-Metrópoli (Avda. San Luis, 25, Madrid 28033) y ponerlo a nombre de los colaboradores a los que se los quieras hacer llegar.

En cuanto a Tito, es un chico sumamente amable, encantador y de las personas menos machistas que conozco. Su esposa y sus dos hijas lo pueden atestiguar.

11:15 a. m.  
Blogger Malicia Cool said...

gracias

pues entonces será su texto, y no él -a quien no conozco- el que lo es (no hace falta analizarlo mucho para darse cuenta, ¿no? ¿o es ironía o coña??)

gracias otra vez

alicia XX

11:38 a. m.  
Blogger David said...

Alicia, creo que te falta sentido del humor a la hora de analizar los textos. Evidentemente, está parodiando ciertos clichés del rock and roll en clave de retranca.

3:30 p. m.  
Blogger Malicia Cool said...

supongo que es distinto si quien lo lee es una chica, y que quizá se me acabó el sentido del humor con lo de las tetas de Mariah Carey...

de todas formas, cuando recibas mi "Amor" te enamorarás perdidamente y ya no tendremos más diferencias...

a los otros los saludas si quieres si los ves: bellver fácil que esté tragando panes con vino de reserva, gómez quizá haciéndose la coleta y lenin... ¿reseñando discos??

saludos

4:42 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

ay que me estroncio

pero no, no. Recuperémonos. La cuestión es grave. Esta caricaturización del rock, como de Franco, del Vaticano, de la familia real británica... El rock, no, no,él no... dior mío... y si se muere?

5:47 p. m.  
Blogger Unknown said...

Jajaaja me ha encantado! :) eres el puto amo, viva el rock!

1:12 p. m.  

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