viernes, septiembre 05, 2008

El lucro indecente vs. el fandango glam de Eddie Argos (parte I)

Aprovechando la coyuntura de un curioso viaje periodístico a Londres (file under: KKK), tuve tiempo de hacer algunas cosillas más. Además de volver, años después, a la Tate Modern y ya no encontrar la farmacia espiritualizada de Damien Hirst, de darme las vueltas de rigor por el centro y ver que el monumental Tower Records de Piccadilly es ahora una mega tienda de tecnología, videojuegos, etc (that's the sign of the times: los HMV van ya un poco del mismo palo, y de Virgin y Our Price no queda ni rastro)... En fin, que además de todo esto me dio el punto de acercarme hasta la entrada del Hammersmith Apollo, donde tocaban los Sex Pistols, con la única intención de contemplar el ambiente.

Las entradas iban a 40 libras esterlinas, pero estaban agotadas. Entre el público, predominio de viejos punks mayorcetes y con barriga cervecera y pintas generales de acabados, curiosas estampas como ver a un padre con su hijo, ambos con camisetas de los Pistols (el padre gordo y con tatuajes); unos cuantos chavales jóvenes, alguien con una camiseta de los Rolling Stones, otro chaval con una camiseta de PiL (¿sería fan de Bloc Party?), pocas mujeres, los inevitables japoneses, individuos intentando imitar la estética Pistols y, en general, mucho viejo rockerío.

Pero el verdadero espectáculo estaba enfrente de ellos: entre los reventas. En este enésimo regreso de Rotten y sus compañeros supervivientes, se alimenta la nostalgia, sí, pero, ¿quién se beneficia de ella además del grupo? Los reventas británicos se pueden considerar una verdadera tribu urbana, herederos en el negocio rock de los empleados de los mercados callejeros, ya sea Portobello, Camden o Whitechapel, ya vendan fruta, chupas de cuero o entradas. Incluso podrían ser personajes de Dickens.

Los tipos se respetan su espacio (libre competencia, of course), se posicionan en los lugares más estratégicos e intentan captar a sus potenciales clientes berreando en su cockney más enxebre. Algunos venden, otros incluso dicen que compran y venden entradas. Luego todo sigue las leyes lógicas del regateo: se piden precios disparatados y se va bajando. A primera hora, pocos han hecho negocio, pero dos de ellos siguen gritando que también compran (se las saben todas, así que intuyen que negocio va a haber). Lo mejor de todo, un tipo mayorcete, una especie de Louie Austen de barrio bajo, recorre todo el espacio de reventas preguntando quién vende. A los diez minutos, reaparece todo espídico, con un taco de entradas en la mano, gritando "I sell tickets!!".

Son todos ellos tipos de la calle, predominantemente mayores y talludos, claramente de clase media-baja. Me intrigo por su vida cotidiana y a qué se dedicarán, si utilizan esto para sacar ingresos extra, si viven de esto o, ¡ojo!, si en realidad están todos ellos trabajando para otra persona que los explota. Pero ellos son otra pieza importante, asumida y legitimada, en el negocio de la música en directo y, en realidad, en el neoliberalismo salvaje de la Gran Bretaña, gran meca del libre comercio. Porque, al fin y al cambio, se trata de eso: libre intercambio en la calle.

Supongo que, por parte del aficionado, del cliente, la reacción más inmediata debe de ser la de indignación: un grupo organizado de gente compra entradas a saco para que tú te quedes sin ella y se encarezca (mucho) su valor, ya insultantemente caro de partida. Ver actuar a los reventas en cualquier concierto en Londres es ya de por sí una reveladora estampa, pero más lo es verlos en el regreso de los Sex Pistols a la ciudad que los hizo grandes, treinta años después de su disolución.

¿Qué pensaría John Lydon de todo eso? ¿Sería alguno de los reventas alguno de sus viejos compañeros de gamberradas en Finsbury Park? ¿Habría sido él reventa de no triunfar en el rock? Fuera como fuera, dentro de la gran ironía que es todo esto, probablemente apruebe y sonría ante las estrategias de supervivencia de estos "lads" más listos que el hambre y curtidos en mil batallas. Todos sabemos, efectivamente, que el verdadero lucro indecente es el de las promotoras de conciertos y el de las agencias de venta de entradas que te cobran misteriosos gastos de distribución.

En la segunda parte de esta entrada les contaré a qué cojones viene lo de Eddie Argos.

Canción del día: "The Birthday Wars" (Oxford Collapse)
http://www.youtube.com/watch?v=a9AsVL8fZUo

Frase del día: "La maldad se sabe que es banal: está al alcance de cualquiera" (Rafael Reig)

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Un dato curioso fue la anti-tout (reventa) policy que Tom Waits puso en su "glitter" tour donde tu ID era requerido junto con la entrada a las puertas del concierto. En el caso de Dublin y Paris hubo hasta subastas con precio inicial €150 y el dinero recaudado fue a parar a una charity del army americano entre otras. Mejor bajarte en concierto del Soulseek como el del Hammersmith Apollo 06. Entrar en ANTI website para mas info. Disgusting!!

3:57 p. m.  

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