"Lars y una chica de verdad", de Craig Gillespie. Realidad muy virtual.
El tráiler con que en los últimos meses nos machacaron en algunas de las salas madrileñas de v.o. apuntaba a una tontuna con escasa gracia, bastante previsibilidad y demasiados parecidos con "Tamaño natural" de Luis García Berlanga. Al final, aprovechando un pase frugal por la cartelera coruñesa y sufriendo el mono cinéfilo que me suele invadir por estas fechas, decidí darle una oportunidad para certificar que, bueno, "Lars And The Real Girl" tampoco está tan mal como pensaba pero, vamos, que tampoco se pierde nadie nada si no la ve.
El punto de partida: un "nerdo" de la yanquilandia profunda, extremadamente tímido y con transparentes problemas de adaptación social que rayan lo enfermizo, decide encargar por internet una muñeca de tamaño real y anatómicamente perfecta. En cuanto la recibe, decide presentársela a todo el mundo como su novia y la trata como un personaje real, incluso inventándose su biografía. Hasta aquí todo bien, pero: ¿qué sucede? Que, frente a lo que en principio se debería considerar una enfermedad mental, la médico-psicóloga del pueblo, sin dar unas razones excesivamente convincentes, les dice que es un delirio temporal y que la única forma de afrontarlo es siguiéndole la corriente. Casi súbitamente, y de un modo muy poco creible, sin que se sepa muy bien por qué, toda la comunidad, como muestra de cariño y comprensión hacia el personaje interpretado por Ryan Gosling, empieza a tratar a la muñeca Bianca como un personaje real.
Puede ser valorable que la guionista Nancy Oliver ("Six Feet Under", por ejemplo) eluda lo más previsible de una película del género "hombre-con-muñeca" y evite cualquier tipo de referencia al fetichismo o la perversión. Por otro lado, ¿se puede tratar esta historia sin hacer referencia no sólo a esos aspectos, sino también a la reacción social que se puede desprender de ello? Que todos los personajes sean buenos/ positivos, que apenas nadie haga chistes o se ría del protagonista, que eviten la crueldad y, por encima de todo ello, que incluso los sectores más conservadores de la iglesia del pueblo le sigan el juego sin cuestionar nada, es bastante más que compaciente: es ingenuo y convierte a la peli, idealizada hasta el extremo, en una obra tan sentimentalista como inofensiva. En última instancia, ni siquiera deja claro qué es lo que quería decir a nivel psicologista. Se pueden proyectar determinados traumas y frustraciones sobre un objeto, igual que otros visten a sus gatos, hablan con las plantas o insultan a un árbitro a través del televisor. Vale, ¿y qué?
Finalmente, una conclusión que se empaña del tono moralizante (no tan lejano a Capra aunque adaptado a una época muy distinta al New Deal) que, como ya he comentado otras veces por aquí, es la moda del actual cine indie norteamericano: una vez que la sociedad yanqui (y, por tanto, la occidental) ha provocado en sus individuos y sus familias la disfunción, sólo queda asumirla y aprender a convivir con ella, a quererse como los entrañables monstruos que todos somos. Esa es la verdadera venganza nerda.
Canción del día: "Fillmore Jive" (Pavement)
http://www.youtube.com/watch?v=aR3cEAHBRjQ
Frase del día: "Es verosímil que sucedan muchas cosas contra lo verosímil" (Agatón)
1 Comments:
No puedo estar más de acuerdo contigo. Sin duda, la (tragi)comedia más sobrevalorada desde "Litlle Miss Sunshine".
Que te sea leve el síndrome post-vacacional, tocayo.
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