Romy Schneider resbala en los charcos

París cierra los ojos y las pérdidas duelen más. El poso de la tragedia destrozó su máscara, envuelta en nubes de alcohol, en una mirada de decadencia y sexualidad enigmática. Ojos de perdida, de una infancia idílica en la que nunca creyó pero que debió guardarse en el bolsillo, de antiguos imperios de cuento y cartón piedra, de amores de lluvia y crímenes pasionales. De un 68 encerrado en apartamentos mohosos con techos altos y puertas de madera y unos setenta nostálgicos, en los que el romanticismo olía a perfume caducado y carne fláccida. Aquella extraña sonrisa, la mirada de la ilusión y el grito desesperado, el rimmel corrido y las aguas del sexo pegadas sobre sábanas de seda. Los retratos de Visconti y Delon, grises como cada día que pasa. David murió ensartado, no pudo saltar la verja, y Sarah observa en la distancia con los mismos ojos de gata, buscando en los charcos el rastro de un crimen, de una vida, de un pequeño vals vienés, sin música, en una sala de espejos rotos. De la belleza convulsa de una mujer trizada como un jarrón caído.

El 29 de mayo de 1982, Romy Schneider fue encontrada muerta, a los 44 años, en su apartamento de París. Oficialmente, la causa constó como paro cardiaco, pero la rumorología sugería que se había suicidado con un cóctel de alcohol y somníferos. En su tumba, en el cementerio de Boissy Sans-Avoir, Alain Delon dejó la siguiente nota en un papel: "Tu n'ais jamais été aussi belle, tu vois j'ai appris quelques mots allemands pour toi: Ich liebe dich meine liebe".

En 1999, los lectores del diario Le Parisien, la eligieron mejor actriz de todos los tiempos.

Canción del día: "C-86 Is Killing My Life" (Parenthetical Girls)

Frase del día: "No te engañes... No eres un soltero de oro" (mensaje publicitario que me aparece en el Messenger)