martes, marzo 21, 2006

Rimbaud y Verlaine

(Publicado hoy en "La Razón". Texto por Toni Montesinos)

El rock se une para salvar la casa de Rimbaud y Verlaine

Bob Dylan y Patti Smith intentan que la especulación no acabe con el viejo edificio londinense en el que nació «Una temporada en el infierno»

Dentro de unos meses y si dos millones de euros no lo remedian, la casa que albergó la pasión de Verlaine y Rimbaud se convertirá en un bloque de apartamentos.

Ha pasado más de un siglo, pero aún permanece la aureola de misterio sobre el significado de la poesía de Arthur Rimbaud y su variopinta vida, antes y después de dejar la escritura para convertirse en viajero y comerciante, durante y tras su convivencia con Paul Verlaine. Ambos son poetas en constante fuga, a la busca de alcanzar una estética jamás antes vista, en pos de la aspiración a la libertad total: «Plus libre que les plus libres», dijo Verlaine de Rimbaud: más libre que los más libres.

Los antecedentes dignos de mención de Rimbaud son numerosos pese a su corta edad: abandonado por su padre a los pocos años, vive con tres hermanos y una madre arisca que parece desconocer que tiene en casa al estudiante más brillante de Francia, que gana premios por sus poemas en latín, se cartea con escritores y ya tiene el anhelo de trasladarse, desde su Charleville natal, al París de Baudelaire y el resto de poetas simbolistas y bohemios. Sólo tiene 16 años, pero una seguridad en su talento absoluta, cuando hace sus primeros intentos, fallidos, de instalarse en París y Bruselas. No será hasta septiembre de 1871, cuando acuda a la capital invitado por Paul Verlaine, fascinado por el poema de Rimbaud «El barco ebrio», que el afán de independencia de éste se haga realidad. Aunque ello conduzca al peligro, al desenfreno, al escándalo.
Sucios y neuróticos, los años siguientes contemplarán la relación vagabunda y tempestuosa de los dos amantes, condimentada con alcohol, drogas y todo tipo de problemas: Rimbaud no se siente a gusto en ningún sitio, ni siquiera en los ambientes intelectuales de los cafés, y Verlaine, harto de su esposa y su bebé, a los que propina terribles palizas, huye con su nueva pareja a Londres en 1872, lejos de las voces que les señalan como unos degenerados. Se hospedan en una casa del distrito de Camden (al norte de la ciudad), la misma que ahora los cantantes estadounidenses Bob Dylan y Patti Smith –que siempre han declarado sentirse deudores de la obra de los dos poetas– pretenden salvar, secundados por otros artistas conocidos, como Christopher Hampton y Julian Barnes, pues aquel lugar fue testigo de algunos de los versos más importantes de la literatura francesa.
El caso es que el propietario actual, el Real Colegio Veterinario británico, quiere vender la propiedad, y, ante el temor de que se levanten nuevos pisos en la zona, se busca a un comprador que pague 1,9 millones antes de finales de julio, que es cuando vence el plazo, para así conservar la casa donde Rimbaud concibió «Una temporada en el infierno», lo último que escribió –aunque de la misma época sean las «Iluminaciones»– antes de que emprendiese, a partir de 1874, varios viajes por Europa, hasta que un agente de reclutamiento del ejército holandés le convenciera para ir de mercenario a la conflictiva isla de Java. Luego, el joven ex poeta vivirá mil y una aventuras, tendrá diferentes empleos y, con su desaparición en algún lugar de Abisinia, comenzará una leyenda que remite a un pasado que le repugna, que niega y no quiere remover. Entre otras cosas, el famoso episodio del tiro de pistola.
Sucedió así: en julio de 1873, tras meses de sufridas separaciones, con la persecución incesante de la esposa de Verlaine, con éste enfermo e incluso con el deseo de volver con ella, pues ve deteriorada sin remedio su relación con Rimbaud, se produce una fuerte discusión en la estación de trenes de Bruselas. Verlaine va armado, y dispara a Rimbaud en la muñeca. La policía detiene al agresor y el juez le condena a dos años de cárcel a pesar de que Rimbaud retira la denuncia. El amor ha terminado en drama, y casi en tragedia, y sólo habrá dos posdatas a esa historia tan particular: en 1874, Rimbaud vuelve a Londres, no sabemos si a la misma casa de Camden, y acaba «Iluminaciones»; al año siguiente, se encuentra con Verlaine, en Alemania, por última vez. El futuro para ambos será decadente. Rimbaud, consagrado a unos negocios erráticos, se volverá invisible en África, al menos para los que aún seguían venerándole en París, y sólo volverá a Francia para morir en 1891 a los treinta y siete años, en Marsella, con una pierna amputada tras un cáncer de huesos. Verlaine disfrutará de una veneración literaria similar, alcanzará fama en proporción a la miserable vida que padece y morirá a los cincuenta y dos años. Un halo de todo este misterio, de toda esta trasgresión, aún permanecerá, sin duda, en esa casa del norte de Londres. Conservarlo cuesta casi dos millones.

Canción del día: "El bello verano" (Family)

Frase del día: "Se prohibe comer" (Letrero en un autobús de la empresa Alsa)