miércoles, agosto 05, 2009

Eirís de Abaixo Blues: arder para brillar (Un cuento de verano).

La cogorza era descomunal pero, emergiendo cual ave fénix de aquella fontiña, volví a entrar heroicamente en El Chabolo justo para el momento en que alguien le daba de nuevo al play del radiocasette. No recuerdo cuántas veces bailamos pogo con "Mi hermana pequeña" pero, decididamente, aquella primera fiesta indie (previo reparto de flyers fotocopiados por la facul con la foto de la Infanta y Maricharlar) había sido todo un éxito. Hubo una antes, gótica, y otra después, dedicada a la música de los 80 cuando celebrar aquello aún no estaba de moda, y gran parte de la intelligentsia underground coruñesa del presente y el futuro se haría ver por aquella especie de saraos clandestinos, versión koruña de las raves a las que te avisan por móvil y te dan las coordenadas pero con plano manuscrito, en un caseto en una zona rural-urbana que tocaba (y levantaba) las faldas a la ciudad del eterno quiero y no puedo.

Pero aquel episodio me lleva unos años después a una cinta recibida en Londres. En realidad, dos: "Nadie hablará de Nosoträsh" y "Una semana en el motor de un autobús". No sé cuántas veces recorrería los Kensington Gardens mientras aquellos discos se colaban en mi cerebro a través del walkman. Por razones de asociación no buscada, el "estamos bajo el agua" de "Toxicosmos" lo veía sumergido en la laguna donde la gente remaba con sus barcas de recreo, "Ciencia ficción" era un himno rebelde para cantar junto a la estatua de Peter Pan, "Segundo premio" era la segunda parte que le esperaba a los amantes felices que retozaban en la hierba, "Desaparecer" era el pensamiento del tipo que corría hacia el túnel haciendo footing y no salía por el otro lado. Al regreso a la tierra madre, aquel casete me retrotrae inevitablemente a una conversación con L., caminando por el Parador de Baiona. Nuestras vidas estaban cambiando. Pero, realmente, para mejor.

Hace unos días regresé a Eirís de Abaixo. El acontecimiento lo merecía: el cumpleaños total de Al. se convirtió en una reunión de colegas al estilo "Los amigos de Peter" pero sin traumas que resolver ni movidas (que yo sepa) que echarnos a la cara. El contacto más o menos permanente pese a las circunstancias que lo podrían impedir es uno de los tesoros más preciados que todavía podemos guardar. No puedo ocultar que el camino desde el Castrillón, como un flashback intervenido por la implacable mano de los planes urbanísticos, me dió como un reflush emocional difícil de describir. Algunos espacios habían cambiado mucho, pero, contra mi pronóstico, otros se mantenían prácticamente igual, y me traían a la cabeza viñetas desordenadas de vidas pasadas, siempre, de algún modo, ligadas a L.

Me hizo gracia ver que en su habitación, hoy colapsada por los juguetes del pequeño An., todavía queda aquel miniposter en fotocopia de Bauhaus y alguna otra reliquia de aquella época. Mientras agarraba el tambor de Al. recuerdo aquellas grabaciones con samples cutres con R. y aquellos hits de habitación como "Nena ghastas pista", luego recopilados en el seminal casete "Cibermierda". Recuerdo cuando agarré la guitarra eléctrica y el cachondo de R. me decía que sonaba como Butthole Surfers.

Lo mejor de todo es ver cómo ahora, L., Al., B. y M., en la edad en que ya se piensa en otras cosas, han desafiado a la lógica creando un grupo (que se llame Icona, por favor), y verles allí rodeados de cables e instrumentos en el salón de L., con lo que queda de campo, con la ciudad y las chimeneas industriales luciendo al fondo, es como un triunfo, un último grito, contra aquello en lo que las circunstancias quieren que nos volvamos. Cuando arrancaron a tocar "Metropolis" de The Church, el aliento épico era innegable. (Luego un par de cenutrios nos cargaríamos el encanto en cuanto pillamos el micro todos bolingas y profanamos el "Hallelujah" de Cohen cantándolo en plan agro-punk sobre un tema de Sigur Ros, pero esa ya es otra historia, un poco de anarquía nunca viene mal).

Retrotrayéndome al momento en que caminaba por las corredoiras, vi a una pareja de chavalines flirteando junto a una verja, y la imagen me recordó un poco a los jóvenes de "Innisfree" a los que Guerín intenta identificar como presuntos herederos de John Wayne y Maureen O' Hara, como un diálogo entre presente y pasado que, al tiempo, retrata a algo que está a punto de desaparecer. Poca vida le queda a aquellos lugares míticos de Eirís de Abaixo antes de que pasen a otras manos o, directamente, se destruyan o transformen. Y yo sigo votando porque, antes de que derriben El Chabolo, alguien monte y filme un concierto como los de la serie "Burn To Shine". Eso es. Arder para brillar.

Canción del día:
"Metropolis" (The Church)

Frase del día: "Como el neón, prospero en el vacío" (Sonic Boom)

7 Comments:

Blogger supersalvajuan said...

Argón, Xenón... ¿Gases nobles?

2:04 p. m.  
Blogger Pepa said...

Un primo de mi padre todavía planta repolos en Eiris. Todavía queda mucho campo en el que sachar allí, disque.

12:23 a. m.  
Anonymous estibaliz... said...

Icona?

mmmmm

Cibermierda??????

10:05 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Este post lino xa 8 veces. Lembro dos flyers da infanta e marichalar [eu pensei que nos podían deter por iso, fíxate ben de que provinciano ovo centrocoruñesista emerxía eu a principios dos 90].

Intelligentsia underground?

E, noutro orde de cousas... L. B. Al. e M.?

Todos identificados agás M. O vampiro de Düsseldorf? Mayka?

...mmmmm... Manoliño?

11:19 a. m.  
Blogger David said...

Pensa nunha rapaza que poida tocar a batería e teña moitos (moitos) vínculos con L., e voilá.

Por certo: igual si que nos poderían ter detido por aqueles flyers.

¿8 veces?

Bicos!

8:09 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Capito.

Deter por uns flyers dunha festa privada? Por que? Por escarnio e maldizer?

9:48 p. m.  
Blogger David said...

Xactamente. A realeza e tal. Nunca se sabe.

1:32 p. m.  

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