Si yo fuera australiano
Volvamos a una conversación recurrente de bar. ¿Es la vida un encadenado de situaciones de causa-efecto, de destinos incontrolables en plan "esto ha sucedido porque tenía que suceder"? Cosas como esa, o como inventarse la existencia de Dios para echarle la culpa de todo, siempre me han parecido formas de evitar que nos responsabilizásemos de nuestros propios actos, de dar por hecho de que, hagamos lo que hagamos, siempre habrá algo superior que nos mueva como a una marioneta.
Bueno, vale. Algo de eso hay, aunque lo disfracemos de otros conceptos. Como fan de Kieslowski, Kundera, el Medem de antes, etc., está claro que esa especie de azar-demiurgo tiene una angustiosa influencia sobre nuestra vida. De forma ajena a mis actos, igual pasado mañana alguien pone una bomba al lado de mi casa molesto porque España ha invadido Euskadi y yo, que no he tenido voz ni voto en ese percal, me voy al otro barrio sin ni siquiera darme tiempo a escribir un artículo de despedida.
Pero, a lo que iba. Pese a todo eso, creo que no hay nada más importante que la toma de decisiones. Tanto, que hasta tengo un colega que está haciendo un complicadísimo curso de eso. Tampoco es que esta toma deba responder necesariamente a aquella teoría sociológica de la elección racional: pienso que la irracional es igual de importante, o más. Pienso mucho últimamente en que, por ejemplo, si mi instinto irracional no me hubiese hecho acudir a un par de fiestas a las que racionalmente estuve muy a punto de no ir no habría conocido (o, al menos, no de la misma manera) a un par de personas actualmente muy importantes en mi vida. Y, como eso, tantas otras cosas. Sobrevaloramos el destino e infravaloramos la importancia de nuestros impulsos individuales.
Antes de que yo naciera, alguien ofreció a mi padre la oportunidad de emigrar a Australia y cuidar de un rancho. ¿Qué habría sido de mi vida si un impulso suyo le llevase a aceptar? Bueno, tal vez no habría nacido ni tan siquiera. Tal vez habría sido una especie de Cocodrilo Dundee viviendo en la naturaleza salvaje, o un militante concienciado del partido del tío de Midnight Oil. Quizá habría sido compañero de clase de Kylie Minogue o estaría escribiendo ahora críticas musicales para el suplemento cultural de un diario conservador de Sydney, saludando en los garitos a The Drones o compartiendo whiskies con Kim Salmon. Quizá ese otro yo inexistente de las Antípodas estaría ahora, cabeza abajo, escribiendo una entrada en inglés en un blog que diga: "¿Qué pasaría si mi padre se hubiese quedado en España? ¿Habría compartido pupitre con Penélope Cruz y me encontraría a Almodóvar en un piano-bar, etc?".
Mi única conexión con Australia, finalmente, ha sido que, en un lugar llamado Canberra Editorial conocí a dos de mis mejores amigos. Y no es poco.
Por cierto, de haberse cumplido todo eso y haber vivido allí siendo hijo de padre gallego, habría podido votar en las elecciones autonómicas pese a no pisar Galicia en mi puta vida. Y quizá gracias a eso mis padres podrían tener una ayuda a la dependencia u otras ventajas sociales que igual ahora ya no tienen. Aunque probablemente no lo necesitarían porque nunca habrían vuelto, se habrían quedado en Australia, donde vivirían mejor, al sol. Porque Australia son las antípodas, lo contrario: aquí no tienes curro, allí tienes curro; aquí no follas, allí follas. Etc.
Las casualidades. Los actos. Las decisiones racionales o irracionales... ¿Habrá algún David Saavedra en Australia?
Canción del día: "Période bleue" (Jane Birkin)
Frase del día: "Voy a prepararme para Eurovisión como si fuera la maratón de Chicago, como para los Juegos Olímpicos" (Soraya)
5 Comments:
Ayer el instinto irracional fue mayoritatio en Galicia.
yo creo que cada uno se busca su destino... aunque existan fuerzas que a veces lo condicionen todo.
joooooo... cuando vienes??? o hay alguna fuerza irrefrenable que te lo impida????
Mi destino es el jueves noche la estación de San Cristobo ;-)
non imaxinaba que o antipodismo consistira niso
Mi tía ha votado y no vive ya no en Galicia sino en España, que vive en Londres, desde hace más de 40 años.
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