El año en que murió Goscinny

En 1977 pasaron muchas cosas importantes. Sigo conservando lo que me había contado una vez un músico al que entrevisté (de cuyas palabras me acuerdo pero, curiosamente, no de quién era) cuando, al preguntarle qué recordaba de aquel año, esperando que me hablase de la efervescencia y la excitación de la cultura punk (con la que el citado artista sí recuerdo que se relacionaba), él me contestó que su primer recuerdo era la muerte de Elvis (personaje con el que, también memorizo, nunca se le habría relacionado a priori).

Yo no me enteré de ninguna de las dos cosas, pero sí del fallecimiento -hicieron ayer 30 años- de René Goscinny, guionista de cabecera de mi serie de cómics favorita, Astérix. De hecho, me enteré de forma un tanto confusa, cuando mis padres me dijeron: "se murió Uderzo, el dibujante de Astérix", y durante bastante tiempo me quedé convencido de que el que había palmado era en efecto Uderzo.

En fin, lo importante de esta historia es que, a mis 6 años (sí, queridos lectores del blog, os estoy confesando mi edad), fui consciente por primera vez de lo que suponía el fallecimiento de un creador admirado por mí, ya se tratase de Uderzo o de Goscinny: no volvería a disfrutar de más historias de mi personaje favorito. No sólo se moría el hombre: se moría su creación y el futuro de la misma.

Pero erré. Al poco tiempo me sorprendí de encontrar en los escaparates de la Librería Arenas, expuesto a bombo y platillo, el nuevo libro de la serie: "El hijo de Astérix". Ahí me di cuenta de que el muerto no era Uderzo. Los dibujos eran inconfundibles. Pero el guión era malísimo.

Supongo que, a aquella edad, ya me había dicho un aguafiestas en el cole que los Reyes eran los padres. Yo les pedí a mis padres, por Reyes, "El hijo de Astérix" y ahí empecé a perder la inocencia.

A todo esto, Albert Uderzo sigue vivo.