martes, enero 22, 2013

Crónicas de la Edad de Plata (I)


Comienzo aquí una nueva sub sección dentro del blog. "Crónicas de la Edad de Plata" es un título que vuelve a jugar, una vez más, con la inspiración de James Murphy (en este caso, de su álbum "Sound Of Silver") y, al tiempo, lo utilizo para ironizar con que, si ya vivimos supuestamente una Edad de Oro cuando Paloma Chamorro hizo su programa en TVE a mediados de los 80, ésta sería la de Plata en cuanto a movimiento digamos de cultura más o menos underground.

 Ah... pero.... ¿hay movimiento? Pues, aunque no se lo crean, y por mucho que los poderes públicos se empeñen en impedirlo, todavía sí, contra viento y marea. Lo cual es digno de celebrar y de divulgar. Así, pues, la idea de esto es, aprovechando mi (todavía, ya veremos por cuánto tiempo más) posición privilegiada de periodista cultural que vive a Madrid y con acceso a bastantes cosas, intentar narrar semana a semana y desde un punto de vista siempre en primera persona, lo que me voy encontrando en esto que ante los amigos suelo calificar como Festival Permanente. Vamos a ello.




"Va a ser muy difícil encontrar un público que entienda que la música en vivo es la llave de nuestro futuro. Si la tendencia presente es el acceso libre a la música y nadie paga a la gente para que cree cosas nuevas y continúe, todo va a terminar en un mundo de copiar y samplear, y eso, en última instancia, será la muerte del arte. Al mismo tiempo, eso te está negando a ti mismo, negando el compartir con otros fans todo el aspecto social de conocer a otra gente en una sala de conciertos. Tienes que sacar tu cara de la pantalla del ordenador y mostrarla al mundo real" (John Lydon, entrevista en Rockdelux. Julio de 2012)

  
"Pero entonces bailaban por las calles como peonzas enloquecidas, y yo vacilaba tras ellos como he estado haciendo toda mi vida mientras sigo a la gente que me interesa, porque la única gente que me interesa está loca, la gente que está loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse, con ganas de todo al mismo tiempo, la gente que nunca bosteza ni habla de lugares comunes, sino que arde, arde como fabulosos cohetes amarillos explotando igual que arañas entre las estrellas" (Jack Kerouac, "En el camino", 1957)

"Este florecer de la juventud no durará para siempre" (Guy Debord, citado en "Rastros de carmín", de Greil Marcus. 1989)

La Edad de Plata

Si prácticamente cerré 2012 con la sobredosis de colas y control policial del último Primavera Club que se hará aquí, hay otro tipo de iniciativas dadas a dignificar la música independiente que hay que tener en cuenta. Una de ellas es el ciclo "A las veinte cero cero" que se desarrolla en los Museos del Romanticismo y Cerralbo, y donde se puede ver gratuitamente a artistas de nuestra escena indie un tanto descontextualizados -se me ocurre pensar en la peli "Maria Antonieta" de Sofia Coppola- en lujosos salones de siglos pasados. Tras ver en su momento a Single y Wild Honey, el pasado miércoles acudí al concierto de Cuchillo. El público que allí se cita es curioso: junto a personas a las que habitualmente te encuentras en los bolos de esos grupos, vemos -generalmente las primeras filas- ocupadas por gente mayor del tipo de la que se suele ver en otro tipo de actos culturales gratuitos, ajena a esta escena pero, ojo, altamente atenta y respetuosa, y susceptible de irse de ahí habiendo descubierto cosas nuevas. Además, te dan siempre un programa muy chulo, tipo menú de restaurante fino, donde te viene una bío del grupo y las canciones que va a tocar. Un fallo en esta ocasión fue que, como no hay tarima, los grupos tocan a ras de suelo, y en el caso de Cuchillo sus tres miembros lo hacen sentados, no se veía nada salvo que uno estuviese en primera fila. "Encanto", el tercer álbum del grupo, es el que más me gusta de ellos de largo, y fue también el más representado. El sonido no fue el mejor (la voz de Israel Marco no siempre se entendía bien y la batería se pasaba en algún momento de contundente) pero triunfaron en su intimidad y detallismo. De todos modos, a Cuchillo, como buenos fans que son de Popol Vuh, me los fantaseo-imagino tocando a bordo de una barca en el Amazonas o, sin ir más lejos, en un descampado, como en este reciente documental.

Otros irreductibles promotores programan en lugares ya casi fuera del sistema, como La Faena II, un espacio autogestionado junto a un garaje en un callejón en el barrio de Suanzes. Pese a lo aparentemente precario del lugar, lo cierto es que suena muy bien, está todo muy bien organizado y las tres veces que he ido he salido muy contento. El jueves me acerqué a ver un triple cartel con grupos que desconocía completamente, y todos ellos me sorprendieron. En primer lugar salieron Granjaescuela, un dúo madrileño de guitarra y batería, muy cacharreros y con un peculiarísimo sentido del humor, un tanto al estilo de mitos recientes de nuestro underground como Ensaladilla Rusa, aunque algo diferente. La que más me llamó la atención fue una especie de chotis punk haciendo humor absurdo a costa de los modernos de pueblo que les hemos invadido la capital. Luego llegaron Beards, dos chicas y un chico de Leeds, ya más abonados a un sonido riot-punk ligeramente retorcido, un tanto en la línea de Erase Errata. Su principal peculiaridad es que la voz cantante (o, más bien, berreante) la llevaba la batería, una chica menudita pero absolutamente desbordante de rabia. Cerraron la noche los también británicos Cleckhuddersfax, banda de post punk bailable muy colorista y en realidad no tan alejada de muchos de los grupos que vienen por aquí a los macrofestivales indies. En el viaje de vuelta, un conocido me hizo un comentario revelador: "En Berlín iríamos a sitios como éste en plan que es lo puto mejor, pero parece que como es en Madrid nos da pereza y somos incapaces de salir de Malasaña".

El viernes lo comencé viendo el concierto de fin de gira de El Columpio Asesino en Joy Eslava. Arrasaron, como era de esperar. Luego dio tiempo de llegar a ver a Lagartija Nick en la sala El Sol. Fue un bolo especial que se enmarcaba dentro de un ciclo nostálgico, "Aquellos maravillosos 90", con conciertos tirando a exclusivos de grupos que, de un modo u otro, relacionamos con aquella década. La peculiaridad con respecto a la banda granadina era que venía a tocar su primer álbum, "Hipnosis", y que lo hacía con su formación original: junto a Antonio Arias -al bajo- y Eric Jiménez estaban tocando las guitarras Juan Codorniu (con camiseta de Love & Rockets) y M.A. Pareja. Aparte de esta coartada sentimental, lo cierto es que sonó bastante mal todo, y se puso en evidencia que "Hipnosis" es un álbum que ha envejecido bastante peor que "Inercia" o "Su", por ejemplo. También se pudo haber bautizado como Lagartija Nick & Friends, ya que a lo largo del concierto se subieron al escenario Fino Oyonarte, Miguel Pardo de Sex Museum, Ana Curra y Eva Amaral. Nosotros, en cambio, teníamos entre manos otra pachanga entre amigos que nos tocaba más de cerca. Se trataba del primer Redrum Festival, en el que, además de otros colegas y conocidos durante dos noches, estuvimos pinchando los Inbetween Diyeis. Del Redrum me podría extender mucho hablando, simplemente decir que me transmite un espíritu diferente dentro de los locales nocturnos de la capital, pero muy probablemente vuelva a ello en post posteriores.

Pasamos al sábado y al mítico Nasti, allí tocaban Esquimales, un dúo en formato extraño (bajo y guitarra) de letras oscuras y punzantes. No demasiada gente -y un tanto estática- para verlos tanto a ellos como a Franc3s, que venían a presentar oficialmente su segundo álbum, "Campanas de fuego rosa". Son ya unas cuantas las veces que les he visto en directo pero nunca me habían impresionado tanto como ésta. De repente, y como ellos dicen en una de sus letras, todo encajaba como un cadáver pequeño: la visceralidad destartalada, un estilo absolutamente personal (no se parecen realmente a nadie más), eso que en algún momento definí como la belleza del error y una combinación entre fortaleza, agresividad y vulnerabilidad que me sigue resultando difícil de explicar y que como forma de expresión artística me parece muy poderosa. Horas después, intercambiaba unas frases con ellos en la red social y el chico del grupo, Alberto, me decía: "Siento que con las maquetas dimos algunos pasos para inventar nuestro mundo, con el primer disco asomamos la cabeza en él y con éste hemos entrado los tres en él de lleno, y aunque a veces hemos caminado en círculos ahora siento que empezamos a ir hacia delante de verdad sin saber por qué ni hacia donde y estoy muy ilusionado, porque cuando estoy tocando es la única vez que me siento un ser humano, aunque no lo sepa explicar muy bien". No creo que pueda añadir nada más. Hasta la próxima entrega.
 

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1 Comments:

Blogger David Amargor said...

El descampado donde aparecen cuchillo en el docu se llama "la huerta la Vega", jejejeje, me sigue produciendo una extraña reacción entre el orgullo y el descojone que mi pueblo sea conocido de refilón en esto del "indie nacional" o como quieras llamarlo, jejeje... Echaba de menos estos artículos en tu blog!

9:31 p. m.  

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